Tomo de tus manos la moderna pluma, amigo en el tiempo,
a tus amigos escribe: los que perdimos tierras, perdimos bienes,
los que perdemos partidas, perdemos fama.
Si alguien la pierde, alguien la gana,
de obra tan grande como la tragedia de Verona,
el conocido solo fizo (sic) las letras, que no las ideas.
Entre ánimos y fiestas, las correcciones fueron de tan gran ayuda
a la primera tinta,
que la superan por mucho.
Las nuevas letras fueron puestas por quien el vino paga,
siendo las honras para quien cobra en la puerta.
No se extrañe mi amigo en el tiempo
de las palabras que copio de mi mente,
en deshilados trozos de aquellos apuntes de taberna,
que se hicieron con el mismo tiempo que la escondida religión de nuestros padres,
por su patria obligaba a las letras de Lope, de oficio relojero,
al servicio flamenco del rey de Habsburgos cantábamos tristes
los destinos de los amores terrenos.
Tan extraño cansancio tengo caro amigo,
que mi espada quisiera al viento mostrar,
para que un querido enemigo me dé con la suya la respuesta
a mi profundo pesar.
Mi alma pesa, no de presentes dolores, sino de bellos sentimientos,
que por ya pasados, hacen más grandes mis sufrimientos.
Ahora el amor es mi más sólido pesar,
todo lo demás es humo en mi andar,
no me llama el comer y me espanta el dormir,
pues el despertar solo me hace saber de lleno
que es grande mi sufrir.
Llora hijo mío, que tus lágrimas de hombre maduro
endulzan con su paradójica sal lo claro de tu pesar,
descansa en mi regazo, que por amores vence en el corazón
lo que no puede un ejército en la batalla.
Poco es lo que a una madre puedes callar,
que tu conciencia vea lo que no quieras contar,
que tu madre comprende lo que a tu corazón angustia,
una mirada sola en noche de fiesta,
que fugaz corría entre anónimas presencias,
el destino de su camino era el motivo de tu existencia,
cuanto más dice a una madre una mirada
que la más clara y bien escrita letra.
Llora hijo mío, no está en mi darte solución,
pues contra el destino no hay coartada,
sólo pretendo ser suave almohada donde descanses tu profunda pena
y puedas tener estos momentos como angustia,
que no olvidada, al menos atenuada.
En extraña cárcel me encuentro, madre mía,
que el mayor de mis tormentos es la dicha que tendría,
si sólo el destino no hubiera herido con su lanza lo que queda de mi vida.
El mayor de mis tormentos no es lo que me queda,
sino lo que tendría, no es mi oscura posición, sino la clara ilusión.
¿Por qué el destino me hizo caer en los lazos del eterno pesar,
que pudiendo a cualquier otra amar,
por fuerza a de ser a quien sólo puedo mirar?.
Extraño devenir nos deparan los dioses,
que nos hacen disfrutar los bienes
hasta que sólo nos acordamos de sus aromas,
los momentos de dicha que en cotidianos juegos
disfrutábamos en amplias copas,
y ahora escondidos lucen en hermosas joyas.
¿Por qué los momentos de silencio
siempre fueron mejores que los de algarabía?,
¿por qué a su lado madre mía, todo era concierto, todo era armonía?.
Perdona madre, los momentos de preocupación y lisonja,
perdonen todos mis compañeros de riña,
que no eran ustedes con quién yo peleaba,
era lo extraño de mi alma, que al universo se revelaba.
Mira lo que ahora tengo en la mano,
la máscara que su rostro ocultaba cuando me miraba furtiva,
he querido extraer su aroma,
pero sólo en la imaginación consigo traer a mi lado,
una opaca imagen de lo que había ocultado.
Hijo mío, en la barca de la vida no hay más pesar que el aire que a las velas quieras dar.
En la turbulencia de la tormenta de los sentimientos,
el viento puede soplar para el naufragio,
los hados pueden hechizar a los marinos,
pero lo que tu puedes fijar es el rumbo,
que sin olvidar la tormenta,
te puede llevar a bahía de calma y sosiego.
El amor de mi vida se aparta del camino en el bosque
por el que los dos jugábamos sin testigos.
Ahora sólo me queda esperar como los lobos del destino
engullan sin gracia alguna los momentos alegres de mi escondida felicidad.
No es valor del oro lo que tienta al santo,
sino su precioso brillo,
que al juzgarlo divino quiere quitar de su haber a tan indigno propietario,
para ofrecerlo en escondida ofrenda a la madre del niño.
La vida me ha llevado a tener un enemigo
de mal corazón y de razón aguda,
que, presta a seguir sus malos sentimientos,
actúa con sublime pluma.
El hada me enseña el bello engendro
que surge de tan malévolos cuidados,
ajena a la podredumbre que la rodea
crece bella y solitaria.
El mismo destino que nos aleja,
nos deja los momentos de intimidad
que los años de juventud nos habían negado.
El amor sólo puede acertar cuando es ciego.
La luz de la verdad no suele iluminar los caminos del amor,
recuerdo cómo el brillo de su presencia en la noche
hacía que las aves del cielo confundidas adelantaran sus cantos.
Luna rebelde, santa cambiante,
que se esconde desobediente a los ritmos solares,
callada testigo de amores prohibidos.
¿porqué me acuerdo de ti brillante, y del sol sombrío?
Amor, ¿por qué siempre estás tan cerca de la muerte?,
¿por qué, dando tanto queda tan poco?,
moneda cruel, que pagada en oro
es acuñada con sueños y correspondida con temores y engaños.
París es dulce lluvia, Londres brillante niebla;
todo está hecho para dar marco a este hermoso día de primavera.
Tierra fecunda, que sólo das vida
tras esconder en tus entrañas a la semilla que sepultas,
tierra triste, ¿por qué no nos dejas vivir a todos en una sola fiesta?,
los que fuimos, los que somos y los que seremos;
así, en torbellino fugaz, fuimos todos y siempre seremos.
Dejar el lecho a esta hora temprana no es signo de mente sana,
ansiedad pasada angustia tu sueño,
es hora de que reclames a los hados pasados su perversa conducta
y que dejen de atosigar los duendes tus horas de descanso.
El amor joven no es amor de capricho,
es amor que, guardado en los tiempos,
brota en nuestros sentimientos.
Fin
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