La figura.

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“  Ahí está de nuevo. Deja de mirarla . Deja de mirarla .Deja de mirarla”. Las palabras retumban con fuerza  una y otra vez en mi cabeza , mientras miro  con nerviosismo por la ventana hacia la oscura calle. Hace varias semanas que esa maldita figura , con cierto aspecto tenebroso , se postra delante de mi apartamento , ocultándose entre las tinieblas de la noche,  y sin dejar de vigilar cada uno de mis puñeteros movimientos.  Me alejo de golpe de la ventana y con rabia bajo la persiana, sin antes no mirar de nuevo hacia la posición de vigilancia de esa  asquerosa cosa.

“ Necesito relajarme”- me digo mientras comienzo a dar vueltas por el salón y doy un largo trago a un botellín de cerveza fría-.  ¿ Cuándo empecé a beber alcohol para conseguir poder tranquilizarme?, ya ni lo recuerdo, pero supongo que esa costumbre la copié de alguna forma del borracho de mi padre.

Mis pasos nerviosos hacen crujir ruidosamente el viejo y sucio suelo de parquet , lo que hace que me sea imposible poder tranquilizarme , aunque siga  bebiendo sin parar de la deliciosa cerveza.  Me paro en seco en medio de la estancia y un escalofrío recorre todo mi cuerpo cuando me giro de nuevo hacia la ventana.  Joder, puedo sentir la mirada de esa cosa clavándose en mi ser  aunque  sé que la persiana le imposibilita su visión hacia mi persona.

“ Acabarás tirándote desde la azotea del edificio como sigas pensando en ella “ .  Ya sé que debería hacer algo ante mi obsesión por esa figura pero, ¿cómo puedo hacer frente a algo que aparece y desaparece de la nada como el humo?.

 Incluso hace unos días, llamé a la policía y tras contar mi situación, una patrulla compuesta por dos miembros, llegó hasta mi domicilio e inició la búsqueda de mi acosador  pero no encontraron a “nadie” merodeando por los alrededores por lo que se marcharon sin hacer caso a mis súplicas de que volvieran a mirar de nuevo pero esta vez,   prestando más atención a los rincones más oscuros.  Después de  que esos dos ineptos policías subieran a su coche y desaparecieran  , la figura apareció  en su habitual lugar de vigilancia.

Sigo dando vueltas por el salón, y siento que mi desesperación va aumentando con cada paso que doy.   Desde que apareció esa cosa, padezco de un insomnio terrible. Al cerrar los ojos mi mente perfila con gran exactitud, la negra y tenebrosa anatomía de la figura, perturbando mis apacibles sueños ,  provocando constantes pesadillas que me mantienen despierto toda la noche. Me persigue convirtiendo mi vida en un infierno.

“ Necesito hablar con alguien, contar la desesperación y angustia a la que me estoy sumergiendo ”. Me digo apresurándome hacia el teléfono inalámbrico. Busco rápidamente en la agenda de este, y una vez encontrado su nombre, marco la tecla correspondiente para llamar.

Me mordisqueo impaciénte las uñas  esperando la llegada de una voz al otro lado de la línea telefónica.  Y tras unos segundos eternos, una voz soñolienta,  al fin habló.

-          ¿Quién llama?

-          Ana, soy yo – dije intentando que mi voz no pareciese impaciente y desesperada, cosa que no conseguí-.

-          Dios Santo, Jorge, ¿ sabes qué hora es?. Mañana tengo que madrugar.

-          Lo sé, pero es algo de vital importancia, si no fuera así ya sabes que no te hubiera llamado a tan altas horas de la madrugada.

-          Está bien, ¿ qué es lo que te ocurre?.

-          Es esa figura, está de nuevo delante de mi apartamento, vigilándome con sus retorcidos y perversos ojos. He intentado no mirarla y olvidarme de ella, pero no puedo, saber que me está vigilando me pone enfermo.  Ana, no sé que hacer… estoy desesperado.

Mi interlocutora tardó un par de segundos en contestar.

-          Jorge, ¿ has estado bebiendo?.

-          No, bueno si… pero solo para intentar tranquilizarme.

-          ¿ Has tomado las pastillas que te recetó el doctor Méndez?.

-          No, no me las he tomado.

-          Deberías tomarlas. Esas pastillas te ayudarán a que esas ilusiones desaparezcan de tu cabeza.

-          ¿Ilusiones?, no son ninguna clase de ilusiones. Esa cosa es real, esa figura me vigila, y estudia todos mis movimientos. Sé que quiere algo de mí. No estoy loco Ana, tienes que creerme.

-          Te creo Jorge. Pero quizás esas pastillas te ayuden a tranquilizarte y a superar tu insomnio.

Por un momento me quedo mudo. Finalmente y tras pensar con detención las palabras que saldrían de mi boca,digo:

        - Tienes razón, debería tomarlas.

-          Me gusta oír eso. Bien Jorge, tengo que colgar, mañana hablamos. No te olvides de que mañana tienes a las diez consulta con el doctor Méndez.

-           Tranquila, no lo olvidaré. Gracias por todo, hermanita .

-          Te quiero, no lo olvides.

Tras colgar el teléfono, me dirigí  a la cocina y comencé a revolver por todos los estantes, hasta que al final encontré el dichoso pastillero. Lo abrí, y observé con detenimiento esas minúsculas pastillitas  color violeta.

“ ¿ Debería tomarlas?. Pensé  mientras pasaba de una mano a otra una de las pastillitas. “No, no introduciré jamás nada de esta mierda en mi cuerpo. No estoy loco, yo sé que esa figura es real.

Me dirigí al cubo de la basura, alcé la tapadera y lancé el pastillero con todas mis fuerzas a su interior. Acto seguido,  fui a la ventana, y pensé si hacerlo o no, pero rápidamente me decidí. Alcé la persiana , causando igual estruendo que cuándo procedí a bajarla, y corrí la ventana. La figura seguía plantada en el mismo lugar donde apareció en cuanto se puso el sol. Y seguía mirándome con una notable sorna. 

-          ¡ Estúpida! – grité-. ¡ Quiero que te vayas de aquí, quiero que me dejes en paz!.

La figura al escuchar mis gritos, alzó la cabeza aún más dejando ver unos ojos rojizos  y sin expresión, unos ojos que al mirarlos me paralizaron el cuerpo causándome un extraño terror. Después, la figura dejó ver una media sonrisa igual de aterradora que sus ojos, mostrando unos dientes afilados y brillantes.

 

Mi cuerpo asustado, tardó unos segundos en reaccionar, pero finalmente, conseguí que mi brazo cerrara la ventana y bajase la  persiana.  Me quedé en medio del salón, recordando esa mirada y sonrisa provenientes del mismo infierno. Y me di cuenta de que esa figura jamás se marcharía, de que  se quedaría vigilante delante de mi apartamento hasta que la muerte envolviera mi alma. 


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