Aquel encuentro fue la bomba.
Miles de esqueletos pateaban aquel
cráneo como si fuera una pelota.
En aquel campo santo la noche de los difuntos.
Tenia lugar aquel partido de fútbol.
La pateadura era para celebrar el día de todos
los Santos día en que sus familiares los visitaban
y llevaban flores a su tumba.
Todos los años se elegía una cráneo para patear.
Ese año le toco a Casimiro muerto en un accidente
de tráfico donde lo único que quedo intacto fue su cabeza.
Así que aquella noche de luna llena se celebro el partido.
Lo que no sabia Casimiro que en aquel encuentro se apuntó
no solo los esqueletos de aquel cementerio.
Sino parte del extranjero, con lo que en vez de un puñado
de amigos fueron miles los que patearon su calavera.
Desde las lápidas miles de testas, silbaban y jaleaban
a los esqueletos pateadores.
A la mañana siguiente nadie encontraba a Casimiro.
De su hermosa calavera no quedaba ni los dientes.
Casimiro anda esparcido por el campo Santo intentando
encontrar su tumba, después de la resaca futbolera.
Solo siente una enorme difusa y disipada jaqueca.
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