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Caminaba entre tinieblas, al amparo de las tenuas luces de las farolas. Era noche de lobos, luna llena, aunque los árboles apenas daban paso a su luz. Marchaba con paso firme, sin temor a las sombras, a los ruídos extraños, de frente, sin torcer la mirada, sin velar su espalda. ¡Miedo!, eso nunca, no conocía esa palabra. No sentía temor a toparse con cualquier solitario que, como él, anduviese por ese tenebroso bosque en mitad de la ciudad, es más..., lo estaba deseando,...¿por qué?..., porque el malo era él.
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