Personalidades perseguidoras y consecuentes

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Allí, en aquel horrible infierno oscuro y sucio, lleno de ratas, de cucarachas y de todo tipo de bichos desagradables en general, se encontraba él completamente aislado, pues no teniendo suficiente con el desprecio que había sentido durante los tiempos en los cuales aun era totalmente libre, ahora que se encontraba retenido por la fuerza en aquel asqueroso agujero, también tenía que enfrentarse a las burlas y al enorme desdén que le mostraban cada día sus compañeros de celda.

— ¡Menos voces, callaos de una maldita vez malditos zánganos! —Exclamo uno de los guardias de la prisión al escuchar a unos cuantos presos discutiendo en voz alta.

En ese momento debían de ser las diez en punto de la noche, razón por la cual se exigía que todos los presos permanecieran en completo silencio, pues era la hora de dormir, aunque hacía muchos años que no podían conciliar el sueño, algunos por su mala conciencia, otros amargados porque fueron encarcelados injustamente y otros, bueno otros simplemente no se sentían a gusto en aquel lugar y preferían quedarse relajados, tirados directamente en el suelo o incluso asomados a la ventana llena de barrotes para contemplar la libertad tan anhelada por cualquier ser humano al que se la hayan arrebatado.

Para el caso, la cama era dura y sumamente incomoda, pues se componía de un trozo duro de madera sobre el cual se ponía un colchón viejo, roto, duro y sucio, cubierto de chinches y de telarañas, por lo que no se presentaba muy agradable el hecho de pasar la noche sobre él.

Resultaba profundamente curioso que los precisos motivos por los cuales le habían encarcelado fueran tan simples como el deber inherente al ser humano de defender la libertad, de negarse a seguir viviendo en un régimen tan injusto, era el régimen zarista de Alejandro I de Rusia. A pesar de su posición algo acomodada siempre se opuso firmemente al régimen de los Zares, pues implicaba una concentración excesiva de poder en una sola persona que por muchos defectos o virtudes que tuviera, solo era un hombre y además nadie le había elegido para gobernar nada, solo tuvo la suerte de haber nacido en la familia acertada.

Sin duda todo aquello resultaba desquiciante, pues por ello habría de morir fusilado. Por irónico que parezca él era un soldado del ejército ruso, un militar al mando de su Zar, por el cual estaría dispuesto a morir. Sin embargo acabó cambiando de parecer tras empezar a saber cosas de Napoleón, aquél emperador francés que proclamaba la libertad le resultó una figura bastante atractiva, incluso a pesar de que para conseguirlo paradójicamente impusiera su dominio a los demás países. No obstante, él traicionó a su pueblo y actuó como un vulgar espía para ayudar a Napoleón a localizar ciertos puntos estratégicos con los cuales le facilitó en cierto grado su labor. Sin embargo al final acabó perdiendo debido a la enorme extensión del país y a su mortífero clima gélido por lo que fue desterrado a la isla del Elba

Por su parte él fue descubierto por sus propios soldados y sin tan siquiera someterle a un juicio justo, fue arrestado y encarcelado, para posteriormente proceder a fusilarle para acabar de una vez con la amenaza revolucionaria.

Él era un hombre alto y robusto, de preciosos ojos color avellana, de orejas medianas y bien proporcionadas, su rostro era bonito y bastante expresivo. Solía vestir bien con trajes elegantes incluso cuando estaba de servicio le gustaba portar los mejores trajes y le gustaba encargar a conocidos suyos las armas que usaba pues le gustaba siempre llevar lo mejor que podía llevar. Además era inteligente, culto y educado, de hecho llegó a tener cierta importancia en el ejército ruso, aunque ciertamente aquello no le valió para justificar lo que posteriormente hizo

Dadas sus características nadie pensaría que estuviera de parte de un revolucionario como Napoleón, quizá simplemente tuviera dos mentalidades mezcladas, que realmente le hacían parecer bipolar.

El día siguiente, al despertar y desperezarse un poco cayó en la cuenta de que ya era martes, lo que significaba que debía prepararse ya para morir, quiso aprender a apreciar aquella celda e incluso a sus compañeros por mucho que les odiara antes de irse, pero fue inútil, pues ninguno le hicieron caso. Mientras miraba por la ventana se sentía algo confuso y abatido, intentaba apreciar la libertad que tan lejos se le presentaba, cuando de pronto oyó un ruido. Eran los guardias que pretendían sacarlo de allí para fusilarle y de paso dar una lección de honor a los demás soldados, puesto que tanto él como sus compañeros se encontraban en una prisión militar.

Decidieron sacarle de allí con los ojos vendados para que una vez hubiera salido paradójicamente no pudiera ver la libertad aunque se encontrara fuera de aquél lugar. El pelotón de fusilamiento estaba preparado para acabar con su vida, y también con la de otros hombres que también habían traicionado al régimen, de todas las formas posibles.

Él asustado pero firme y convencido de que sus principios eran inquebrantables se esforzó por no arrepentirse de lo que había hecho, e incluso se atrevió a quitarse la venda como signo de desafío a la represión y como método para evitar agobiarse al ser alejado de lo que más ansiaba. Los soldados agraviados se dispusieron a matarle a él primero y de forma lenta para que sufriera más, no obstante él prefería morir de pie que vivir de rodillas.


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