La tensión se apoderaba del indefenso cuerpo de Alfredo y la presión del aire le resultaba sumamente insoportable, aquel desdichado hombre se sentía al borde de la muerte, el vértigo ya le había perjudicado bastante cuando subía a lo alto del rascacielos. De hecho por un momento pensó en no hacerlo, pero eso carecía de importancia, pues ya era demasiado tarde para arrepentirse, ya que se había precipitado al vacio y solo escasos instantes y metros le separaban de su inminente muerte, pero bueno, por lo menos era algo que él mismo había elegido, nadie le había obligado a hacerlo. Sin embargo, nunca nadie está realmente preparado para morir y era esa realmente la razón por la que él no se sentía bien.
Su vida era deprimente y su existencia insignificante, nadie le tenía en cuenta, ni su propia familia le quería, de hecho se podría decir que la muerte era lo mejor que le podía pasar. A pesar de todo tuvo un arrepentimiento espontaneo, no obstante, ya era demasiado tarde para vivir.
¿Pero que puede haber después de la muerte? se preguntaba Alfredo inquieto cuando estaba a punto de aterrizar en el duro suelo.
Tras caer sintió un profundo dolor, pues sus huesos y sus músculos se resquebrajaron y quedó completamente destrozado bajo la mirada asustada de los transeúntes que observaban su cuerpo sin vida.
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