Y allí estaba él preparado para morir bajo aquél árbol otoñal, sus enemigos habían aniquilado a todos sus camaradas y ya tan solo quedaba él con vida. Los romanos habían hecho un buen trabajo y los hispanos se encontraban ya sumamente abatidos.
La existencia humana es tan efímera como la hoja de un árbol otoñalpensaba Arturo resignado ante su inminente sino.
Muchos habitantes de diferentes pueblos hispanos decidieron arrasarlo todo y después suicidarse para no dejar nada a los invasores. Esta idea aunque algo drástica y radical, le atraía lo bastante como para emularla en aquél momento y en aquel lugar. Por lo que no se lo pensó dos veces, cogió su falcata y rápidamente se atravesó el corazón con ella.
Con un ahogado grito de dolor se desplomó en el suelo al mismo tiempo que una insignificante hoja de aquél árbol otoñal caía ya marchita y seca al suelo, sincronizándose con su muerte y con la intención de desaparecer para siempre.
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