Orgullo en la batalla del auténtico guerrero
Por Imperyus17
Enviado el 05/07/2014, clasificado en Fantasía
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La potencia de sus ataques era formidable y su velocidad se incrementaba en el transcurso del combate, pues el duro entrenamiento había dado sus frutos. Su rival se amedrentó ante su poder y retrocedió ligeramente hacia atrás. Él por su parte se vanaglorió de su superioridad en la batalla y bajó la guardia por su plena confianza en la victoria, razón por la cual decidió aproximarse a él completamente desarmado y con una sonrisa desafiante. Su adversario temblaba, pero se dio cuenta de su nula defensa y aprovechó aquel descuido para aplicar su mejor golpe.
Fue paciente y esperó a que su confiado enemigo se acercase más a él y cuando este se disponía a golpearle violentamente en la cabeza, él esquivó el golpe y rápidamente sacó una larga y fina espada que guardaba semienterrada en el suelo y cubierta por un montón de hojas. Aquella afilada arma fue una ingrata sorpresa para el ya evidente ganador de la batalla, el cual empezó a sudar por la certeza de hallarse desarmado tan solo por su estúpido orgullo de guerrero valeroso. Definitivamente aquello significaba el final, la desolación, la muerte, pero nunca podría significar la rendición, pues un guardián del templo de los Renarios no puede cargar con el peso de una derrota. Antes de terminar con todo, pronunció:
La derrota es un plato demasiado pesado, prefiero la fría muerte que es más ligera.
Inmediatamente después se abalanzó contra su armado rival y con el impulso cogido saltó lo máximo que pudo y propició a su contrario un potente puñetazo en la cabeza. No obstante, mientras realizaba esta maniobra su oponente tuvo tiempo para ensartarle la espada en el pecho.
Ambos cayeron malheridos al duro suelo, pero solo uno de ellos se levantó. El guardián de los Renarios debía perecer en pié y dar ejemplo a sus oponentes en batalla. Cuando el otro combatiente se recobró algo de la contusión sufrida, comentó:
Tu coraje ha vencido a mi espada.
El guardián de los Renarios sonrió e inmediatamente expiró en la posición correcta, pues cuando se desplomó y cayó al suelo ya estaba muerto.
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