En aquel lugar él lo podía olvidar todo

En aquel lugar él lo podía olvidar todo, pues se encontraba en una colina desolada y completamente alejada de la civilización. Era extensa y a lo largo y ancho de ella se podían divisar diferentes animales, tales como zorros, lobos, águilas reales, etc. La transición del verano al otoño se empezaba ya a notar y las hojas de los árboles comenzaban a secarse y a caerse como de costumbre, pero por muy secas que estuvieran no podían estarlo más que él, pues aunque gozaba de buena salud, por dentro estaba completamente corrompido y su muerte espiritual se aproximaba con despreocupado desenfreno.

Intentaba constantemente convencerse de que el pasado no importaba y que realmente lo que importaba era el presente y nada más, pero aquel vago intento de sentirse a salvo de sí mismo, se vio truncado cuando observó de nuevo aquel paisaje y se percató de que aquel lobo que veía a lo lejos y del cual se sentía a salvo gracias a su escopeta, para existir en aquel momento habría tenido que alimentarse de algún conejo y a su vez ese conejo de alguna zanahoria, esto no hacía más que confirmar que todo en la vida seguía un ciclo y que si realmente el pasado no importase, una ley tan simple como la de la cadena alimenticia, no tendría ningún sentido.

Finalmente se dio cuenta de que no podría escapar de su pasado y rompió a llorar sin hacer nada por contenerse, arriesgándose a alertar a los animales salvajes, a sabiendas de que nadie le podía oir.