Los acontecimientos anteriores datan del año 58 a.C, año del comienzo de la denominada Guerra de las Galias, durante la cual los romanos liderados por Julio Cesar ejercieron el dominio sobre los pueblos galo y finalmente en el 52 a.C Vercingétorix, caudillo galo, se rindió y deposito sus armas a los pies de Cesar. Aunque, durante los años siguientes hubo diversas rebeliones y realmente el dominio romano no llegó a consolidarse plenamente hasta el siglo II d.C
Gended antes de morir tuvo un hijo, al que por decisión de Gounde fue otorgado el nombre de Godet. Este niño creció bajo la tutela del jefe de la aldea y tras adquirir enormes habilidades fue nombrado general a la corta edad de dieciocho años.
Por otra parte, los romanos cumplieron su palabra y no atacaron nunca más Gestatiorum. No obstante, los soldados procedentes de aquella aldea eran atacados en ocasiones cuando se alejaban de su pueblo por algunos enviados especiales que llegaban a la Galia con el objetivo de pacificar ciertos territorios aun no romanizados. Además, algunos pueblos vecinos que se habían resistido al dominio romano eran atacados de vez en cuando.
Por todo esto, Godet y sus hombres decidieron emprender una campaña para echar a los romanos próximos a sus dominios y así poder vivir tranquilos, aunque eran conscientes de que no podrían salvar a toda la Galia.
Godet logró acabar con unos cuantos campamentos improvisados y en cierta ocasión consiguió penetrar la seguridad de una compleja fortaleza militar romana, próxima a una ciudad ideada, urbanizada y colonizada por habitantes de Roma. Con sus soldados arrasó algunos edificios y derrotó a gran parte del ejército. Sin embargo, iba perdiendo el combate y decidió emprender una retirada, consiguiendo aterrorizar a los romanos.
Días más tarde, repentinamente un general acompañado de unos pocos soldados se dirigió a Godet cuando este se situaba en un pequeño campamento improvisado por los galos. En un principio dedujo que venía enfurecido por el asalto que realizó su ejército a la fortaleza romana, pero curiosamente no era ese el objeto de su visita. Cuando se situó lo bastante cerca para que le viesen, advirtió:
No he venido para pelear contra vosotros, tan solo quiero llevarme a Godet para llevarle a juicio.
Todos le miraron estupefactos y un guerrero de aspecto muy rudo le preguntó en tono amenazante:
¿Qué ha hecho Godet? ¡Acaso te crees lo suficiente hombre como para llevártelo sin combatir!
El general no respondió a aquel comentario, pero Godet disculpó a su soldado y le preguntó educadamente:
¿Qué he hecho yo señor?
Eres el hijo del hombre que mató a mi padre y te pido que me acompañes a comparecer ante nuestras autoridades. Por cierto, no me he presentado, mi nombre es Romenet Sempronio Lucio.
Iré si eso es lo que queréis y demostraré que no es justo que me condenen sin haber hecho nada, vos solo me odiáis porque existo.
La conversación acabó en ese punto y tras convencer Godet a sus hombres de que todo saldría bien y que debían confiar en él, emprendió la marcha junto a sus enemigos, no dejando que le atasen y yendo en caballo para demostrar que iba por su propia voluntad.
Finalmente para que el juicio fuese justo convocaron tanto a jueces galos como a romanos, los cuales tuvieron asesoramiento de jurisconsultos romanos para evitar irregularidades y todos ellos eran de avanzada edad, lo cual rezumaba sabiduría. El juicio fue realizado en las inmediaciones de unos templos construidos durante la urbanización y colonización de la Galia. El juicio comenzó cuando los jueces se presentaron y uno de ellos dijo:
Llamo a declarar a Romenet.
Romenet se acercó al anciano y comenzó a decir:
Este hombre es el hijo del que mató a mi padre vilmente durante la Guerra de las Galias. Por desgracia ambos murieron, pero este galo que tienen ante ustedes tiene inculcadas las iniquidades de las que su padre hizo gala durante su vida, es sumamente díscolo y es mi deseo que sea condenado.
Otro de los jueces mandó llamar a Godet y este se acercó para iniciar su defensa:
Si mi padre mato al suyo, es también cierto que su padre mató al mío y por lo tanto tendría el mismo derecho yo que él de acusarle ante este tribunal. No tengo absolutamente más que decir, gracias.
Pero tú procedes de una casta de guerreros salvajes que disfrutan con el olor de la sangre, sin duda eres culpable y tu padre también.
Te sorprendería hasta que punto somos civilizados los galos. Además, algunos de nuestros druidas y poetas son igual o más cultos que el más sabio de los romanos.
¡Orden, orden! Exclamó uno de los jueces.
Todos guardaron silencio y pocos instantes después acordaron la sentencia. Un juez pronunció:
Dados sus argumentos, este tribunal sentencia que el acusado no puede ser culpado por lo que hiciera su padre, al igual que Romenet tampoco puede ser culpado por las acciones del suyo. Teniendo en cuenta esto lo único factible es que ambos resuelvan el problema en un combate a muerte en caso de que así lo prefieran.
Pero señoría, esto no puede terminar así, él es culpable y
No se atreva usted a contestarme, el tribunal ha dado su sentencia y le recuerdo que aunque él sea galo debemos ser imparcialesle respondió un anciano juez.
Finalmente ambos aceptaron disputar sus destinos en un combate a muerte, igual al que sus padres realizaron en un pasado. El combate tuvo lugar en una colina cercana y fue relativamente corto, pues Godet no tardó demasiado en desarma a Romenet y herirle en un costado con su espada, tras lo cual su adversario dijo:
¡AGRRRRRRRR! Sin lugar a dudas he perdido, rápido acaba conmigo y termina con mi humillación.
No, yo no haré eso.
¿Por qué?
Porque no me gustan las victorias fáciles, prepárate debidamente y volveremos a combatir.
Volveremos a vernos Godetle respondió Romenet con cara asqueada.
Los dos se fueron por sus respectivos caminos y se prepararon con un arduo entrenamiento para saldar sus deudas de una vez por todas.
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