Nos acercarnos.
Comenzó a desvestirme, ante la atenta mirada hambrienta de su jefe.
Primero se deshizo de mi chaqueta, y luego me quitó el delgado chaleco descubriendo mi torso.
Cuando acabó su tarea yo le quité lentamente la parte de arriba de su traje, mostrando una blusa inmaculada, la cual comencé a desabrochar con calma mientras que él se quitaba su corbata.
Ver aquel torso trabajado y fibroso.
Aquellas marcas que seguramente narrarían miles de historias me llenó por completo de curiosidad. La palma de mi mano comenzó a acariciar con sensualidad aquel pecho tan firme y que no temblaba ante ningún estímulo.
Ahora llegó su turno.
Tocaba mi piel descubierta.
Notaba como sus caricias hambrientas atravesaban mi piel, cuando sus manos se centraban solo en un punto de mi torso. Se paró en mis pezones, los acariciaba formando círculos con las yemas de sus dedos, mientras que su boca recorría un camino hasta pararse en el filo de mi barbilla, la cual besaba pausadamente.
Nunca había sabido lo excitante que era que te mordiesen la nuez.
La sensación de placer aumentó cuando, de tanto movernos por las exigencias del espectador, pegó mi espalda contra el frío cristal.
Frío vs calor.
Una sensación bastante placentera.
El frío y oscuro cristal junto con tus manos sobre mi cuello.
Mis finas y delicadas manos intentando transmitirte a través de cortas caricias el placer que me hacía sentir en aquel momento.
Gemidos suaves, susurros al oído, miradas cargadas de éxtasis silencios pausados.
Por cosas como estas que ocurren solo una vez, me gusta mi trabajo.
Él me proporcionaba el mismo placer.
Vuestros toques eran tan semejantes pero la sensación era indescriptible.
Movidos por el momento, nuestras bocas comenzaron a comunicarse.
Sus labios se mezclaron con los míos.
Nuestras lenguas chocaban, allanando nuestras bocas, degustando nuestros alientos y chocándose contra nuestros dientes.
Me separé unos segundos para respirar, y me coloqué de rodillas para desabrochar su pantalón y chupar su polla.
Quité aquel cinturón, bajé sus pantalones y sus bóxer.
Me sorprendí al ver semejante miembro entre sus piernas. De todos mis servicios sin duda era la primera vez que me había topado con una polla tan grande. ¿Este tipo era humano?
Tragué saliva, y comencé a trabajar en aquel miembro.
Mi lengua se limitó, como primer contacto, a lamer el prepucio y poco a poco fue recorriendo aquella polla de arriba abajo. Cada vez la introducía más adentro dejando que mi lengua saborease aquel sabor y aroma que desprendía.
No sé si es por el olor de la sala, por la excitación al ser observado o por el semblante del tipo, pero chupar aquella polla cada vez me gustaba más.
Mi lengua la palpaba, mi saliva la saboreaba y en mi boca creía por momentos. Coloqué las manos en sus piernas y continué chupando, mientras que se abría paso por mi garganta.
Cambios de ritmo.
Cortos suspiros de placer que alentaban a mis oídos.
Me aparté para respirar, notando como mi boca ardía y mi baba se precipitaba por mi barbilla.
Cuando me puse a su altura, su mano se introdujo entre mi pantalón. Apretaba mi miembro, mientras que lo acariciaba con fuerza para ponerlo más erecto de lo que estaba.
Me sentía húmedo. Deseaba que aquella polla se adentrase en mi ser.
Lo necesitaba.
Me desnudé y cuando iba a acercarme a él su jefe me agarró de las nalgas.
-Ahora es mi turno tranquilo yo solo me encargo de abrirte bien el agujero
Colocó algo de lubricante entre sus gordos dedos y yo me arrodillé a los pies de la cama para ponérselo más fácil. Mi cuerpo dio un espasmo cuando sus manos abrieron mi trasero para introducir su lengua.
Comenzó a devorar mi ano, mientras que con parsimonia metía y sacaba los dedos. Se sorprendió al ver como mi cuerpo se entregaba tan rápido y continuó acariciando con su lengua. Sentía como su glándula del gusto, se retorcía de placer ante tal espectáculo.
Aquellos ojos oscuros se clavaban en mi, analizándome, haciéndome sentir culpable por disfrutar de mi trabajo.
¿Qué querías en realidad Chofer?
Esto es lo que soy.
Si no hago esto, él no me amará.
Él no me dejará dormir con él.
Él no me dirá lo que siente por mí Él
-Ya está vuelve a ser completamente tuyo-se sorbió la nariz sacando un pañuelo para limpiarse las manos.
Me tumbé completamente sobre aquellas sábanas, sintiendo como tu cuerpo se pegaba con el mío. Y de repente sentí un inmenso dolor, unas fuertes punzadas en mi estómago, que al cabo de unos segundos se convirtieron en placer.
Tu voz suave y ronca en mi oído.
El roce de las yemas de tus dedos que recorrían cada centímetro de mi piel.
Solo deseaba que me penetrases con más profundidad, que tus embestidas fuesen más duras, tener tu cuerpo completamente dentro del mió. Sentir aquella polla penetrando, golpeándome una y otra vez, era un placer tan indescriptible que de mi boca salían numerosos gemidos. Mis piernas se adormecían y mi cuerpo solo podía responder a aquellas embestidas, que me hacían sentir tu miembro dentro de todo mi ser.
Mis uñas se clavaban en tu espalda tan firme y fuerte, y de nuevo nuestras lenguas se debatían para ver quién de nosotros podía soportar aquel placer.
Siento como tu piel roza con la mía, siento el sentir de mi cuerpo.
La piel de gallina cuando tus cicatrices rozaban con mi sudorosa piel...
Durante un instante, el placer se volvió insaciable. Nuestros cuerpos pedían a gritos que fuesen acariciados, hasta incendiarse ante la turbulenta pasión.
El echo de ser observado, el calor de otro cuerpo.
Los gemidos de satisfacción de tu jefe mientras se tocaba ante tal espectáculo
Sentía como en mi interior la calidez ascendía de manera vertiginosa.
Todo era cálido.
Nuestra respiración se torna densa.
Nuestros músculos reaccionan ante nuestros poderosos impulsos.
Sentados uno encima del otro.
Cabalgándote hasta hacer que gimieses de placer.
Quería que aquella polla solo estuviese dentro de mi...
una y otra vez.
una y otra vez.
El calor de tu aliento.
Tus brazos que sostenían mi cuerpo removido por aquella pasión.
Y todo acaba.
Entre mis húmedos mechones de pelo, podía ver de nuevo aquellos ojos tan oscuros que se fijaban en mi, como queriendo leerme el alma.
Acerco mi mano.
Acaricio su rostro.
Recorro con mis dedos su herida
Ambos intentábamos recobrar el aliento perdido.
El tipejo gordo se marchó para hacer una llamada y nos comenzamos a vestir. Cogí el dinero y me lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.
Ya estaba todo hecho y no hacían falta palabras.
Cuando iba a marcharme, el chofer me agarró de la chaqueta.
-¿Estarás bien?...
-El sexo estuve bastante bien, gracias. Tuve que ser más sexy por el plus.
El rió, y yo me marché deambulando por las calles mientras que mis pasos dejaban ese lujoso hotel atrás. Todo tiene un precio señor chofer.
Fin.
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