La curiosidad es golosa

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La curiosidad es golosa, cruel y despreciable, pues provoca que los curiosos incautos sean conducidos hacia la perdición. Aquel día Raymundo se levantó temprano, desayunó con algo de prisa y se despidió de su familia con la intención de irse a trabajar, sin darse cuenta de que aquella habitual forma de despedirse se convertiría en su adiós definitivo a los seres que más apreciaba.

Al salir a la calle se percató de que habían cambiado el color de un escapare y que le habían cambiado el nombre a una calle, por lo que sorprendido decidió echar una ojeada. El escaparate había sido cambiado de color porque el dueño de la tienda murió recientemente y la tienda fue cedida a una empresa que decidió modificarla ligeramente. En cuanto a la calle fue cambiada para honrar la memoria del dueño de la tienda, pues participaba abiertamente en una ONG.

Con más curiosidad aún, decidió entrar en la tienda, cuál fue su sorpresa que al estar en obras y al no disponer de las correctas medidas de seguridad se le cayó encima de la cabeza un ladrillo. Aunque logró levantarse confuso y conmocionado después del impacto, ya estaba sentenciado, pues tuvo ahora que soportar el impacto de otro ladrillo y posteriormente el de un obrero que se cayó de un andamio encima suya.

Logró sobrevivir pero luego en el hospital le dieron dos opciones, estas eran:

— Como usted se encuentra estable y lo más probable es que todo marche bien le mantendremos con los cuidados habituales.

—Como cabe una ligera posibilidad de que esos ladrillos le hayan podido afectar de alguna forma sus capacidades neuronales o incluso psicomotrices, le podríamos operar, no obstante esto conllevaría grandes riesgos.

—Creo que aunque no me siento del todo mal, me voy a arriesgar a ver qué sucede.

—Bien, ¿quiere antes que avisemos a su familia?

—No, ni siquiera les he dicho que me encuentro aquí, no quisiera preocuparles, además estoy seguro de que ellos no permitirían que me operaran por esto.

Dicho esto ambos se callaron y el doctor tras comentarlo con un neurocirujano experimentado y con otros profesionales del hospital, aceptó. Por desgracia, algo falló durante la operación y Raymundo se quedó peor de lo que imaginaban que se quedaría, en resumen se quedó en un estado vegetativo.


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