LA MUÑECA DE VITRINA
Por masque cuento
Enviado el 10/07/2014, clasificado en Reflexiones
1646 visitas
Su bella figura era recipiente de un inocuo contenido que no lastimaba el interior de la porcelana que dibujaba de adentro hacia fuera su rostro carcomido, el abrir y cerrar de su piernas había desgastado la apertura sublime que dota la diferencia entre el ser masculino y el ser femenino, su andar liviano por las vitrinas abarrotadas de muñecos hechos de madera, contenidos con una rara sustancia gris que los hacía pesados y ordinarios, hacia una guerra solitaria donde los otros muñecos o figuras no eran rivales prudentes para la atención prestada por aquellos humanos que pasaban presurosos en busca de algún objeto donde derramar sus mas instintivos deseos.
La inteligencia de la muñeca se basaba en la solución de problemas, problemas que se basaban en como esconder sus líneas ya casi difuminadas por el manoseo de cuanto cliente pasaba con el afán de tocar, apreciar y salir corriendo a buscar un muñeco de madera realmente valioso, en reteñir sus líneas sutilmente pintadas de un color violeta que resaltaban su figura esbelta, ocultando eficazmente su barato y asequible precio. Pero esta era una muñeca feliz porque en su fatídica realidad estaba segura de nunca envejecer, de nunca auto cuestionar su conducta de meretriz ya que solo permitía a los clientes ojearla, manosearla y los obligaba a dejarla en la misma posición de la vitrina donde otro transeúnte pasaría ansioso por mirarla, darle un me gusta e introducirse al interior de sus piernas con la idea lucida de que sería una revista más, leída sin comprar en un supermercado.
Un día la muñeca se dio cuenta mediante las huellas de saliva y los bellos de bigote regados que se esparcían por todo su cuerpo y el olor a tufo que emanaba desde su interior, que había sido hecha involuntariamente por sus fabricantes, como un recipiente para alcohol, el cual con una copa introducida a sus entrañas de porcelana daba como resultado, un saboreo y manoseo en un jolgorio de borrachera que finalmente terminaría en un baño de esponja con agua sucia que emanaba de sus piernas en una mezcla de liquido rojo y negro que resbalaba hasta sus piernas deslizándose por el piso, produciendo un desazón que solo podría ser cubierto con la remarcación de las líneas violetas y el moldeo de su esbelta figura. La muñeca ya no era feliz. Ya se daba cuenta de su miserable mentira, se su desastroso presente, en un acto de valentía cubrió su esbelta figura de porcelana, con una arcilla embellecida con una acuarela rosa que resaltaba su rostro y con un puntero se fabrico un hoyuelo en la parte superior de su cabeza, el cual tenía la tarea fundamental de mostrar el interior de su cráneo, se paro en frente de la vitrina y se mostro valentonada y curiosa de cómo su nueva figura volvería a llamar la atención de los clientes con un cambiante deseo al ver su existencia. Empezó la travesía de los transeúntes que pasaban y al ver la figura la tomaban, se reían, escupían al asfalto, la colocaban boca arriba en el piso de la vitrina y seguían su errante andar. Así paso todo el día de la muñeca en su mundo, en su vitrina. En la noche su dueño se acerco con la mirada perdida mientras tarareaba una canción de cantina y la tomo bruscamente, abrió su contenido y lanzo una copa de trago ordinario a su interior, cuando fue a untar sus labios babosos sobre su arcilla, se dio cuenta que ya no era la misma puta figura de antes, miro al interior de su cráneo y se dio cuenta que estaba vacío, ahora el liquido destilado bastamente, se regaba por entre orificios hechos apresuradamente, El hombre tomo la figura ya vieja, ya manoseada, ya no creíble en su nueva postura de vida, la lanzo fuertemente al piso quebrándola en diez mil pedazos.
Ahora el trabajo de los pedazos de porcelana, eran rehacerse mediocremente en un afán de conseguir una muñeca que sirviese como contenedor de colillas de cigarrillos, envejecido y utilizado desapercibidamente por todos los clientes fumadores de un burdel barato en el centro de la ciudad.
La muñeca ya no era feliz ni triste, solo era cenicero.
DANIEL FELIPE AVILA BARRETO
1019043085
10/07/2014
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales