Javier y Begoña su primera vez antes de partir 1

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Siendo durante años aprendiz en una fábrica de campanas, llego mi oportunidad, mi maestro, al cual mis padres a temprana edad me confiaron a el, me llamó para comunicarme la buena nueva, Javier existe una vacante de campanero en, La Catedral de Barcelona, mi gozo fue indescriptible por fin¡¡ tenía que ir a un campanario grande a terminar mi formación de maestro campanero, corría el año 1604.

Fui corriendo hasta un caserón a las afueras de la ciudad, para comunicarle mis noticias, a una joven campesina a la cual estaba prometido. Ella según le contaba, le iba cambiando su semblante, al final dijo en un susurro, no te volveré a ver. Contestando, le dije que si, yo volveré a buscarte cuando consolide mi situación, alejándonos de la mano fuimos al pajar, lugar de nuestros mas secretos encuentros, cogiéndola en mis brazos, la icé como una pluma, mi trabajo con las campanas me habían dotado de una buena musculatura en tórax y brazos, con 1.82 de estatura, pelo castaño ensortijado y ojos grises, formaban de mi un conjunto rebelde. Suspendida del suelo como estaba, besándola con pasión iniciamos un viaje sensual sin retorno

La deposite sobre una bala de heno que desprendía un ligero aroma de hierba recién cortada, que nos hizo más agradable el momento, introduciendo mis manos bajo sus enaguas y levantando su largo vestido, contemple unas piernas torneadas blancas y duras como el roble, ella inicialmente opuso algo de resistencia, pero con el pensamiento puesto en mi marcha se dejó llevar por su corazón y sucumbió ante el deseo. Estuvimos conociendo nuestros cuerpos, experimentando por primera vez caminos desconocidos, que nos llevaron al placer más hermoso, ella deseaba en lo más profundo de su alma, tener mi miembro dentro de ella, cuantas noches soñó con eso y al despertarse húmeda por la mañana, sonreía en su fuero interno, de gozo.

 

Hoy por fin lo había conseguido. Entramos en el pajar. Inexpertos en el amor, solo con el deseo por bandera, prometiéndonos amor eterno, nos entregamos mutuamente, sintiendo emociones y sensaciones de placer desconocidas, admirando y conociendo nuestro cuerpo, deleitándonos con nuevas experiencias, estuvimos haciendo el amor, pasadas unas horas, hablando y riendo salimos del pajar cogidos de la mano.

 

Aun repetimos antes de mi marcha varias veces, en nuestro último encuentro pude admirar su cuerpo totalmente desnudo ante mí, sentí en mi pecho un ahogo intenso, mis piernas desfallecían, mis palpitaciones aumentaron, mi corazón a punto de reventar. Cuando nuestros cuerpos unidos sentían el estremecimiento del otro, la bese la estuve besando deseando que ese instante no acabara nunca, llore de felicidad cuando con mi miembro dentro de ella, la sentía desfallecer, estaba hermosa muy hermosa.

 

Nuestros jóvenes e inexpertos cuerpos sudaban, por el fragor sexual, lamí todo su cuerpo, su piel salada, sus gemidos hicieron mella en mí, provocando un alocado frenesí que nos llevó quedar desmadejados como dos marionetas.   



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