Cazador Boreal- Parte 2.

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El polvo comenzó a disiparse y la hembra vislumbró el objeto. Sus hijos huyeron al interior del tronco, temerosos de lo que pudieran encontrarse. Aquel objeto era grande. Tenía la parte delantera ancha y se iba estrechando hasta el final, acabando en punta. Sus costados eran redondeados y unas extrañas extensiones se proyectaban hacia atrás, barras de color gris metálico, como el del objeto. La Cryolophosaurus se fue acercando con prudencia, sabedora del peligro que podía conllevar. Iba avanzando pero se detuvo por un extraño ruido, un zumbido, que parecía proceder del objeto. De repente, un agujero se abrió y una bocanada de aire caliente impactó en el rostro del dinosaurio. Se echó hacia atrás y entonces, lo vio surgir. La criatura era algo que la Cryolophosaurus jamás había visto. Era bípeda, como ella, pero a diferencia del dinosaurio, cuyo cuerpo se orientaba en posición  horizontal, esta se disponía de forma vertical. Su cabeza se sostenía en el cuello, por encima del resto del cuerpo. Sus brazos eran largos y no tenía cola. Su cabeza era una semiesfera incolora y brillante, los rayos del Sol se reflejaban en ella. Su cuerpo estaba recubierto de una extraña piel de color gris, que recordaba a una coraza. Ambos se miraron y la extraña criatura comenzó a caminar.

En otras circunstancias, la hembra habría huido, pero teniendo a sus crías tan cerca no lo iba hacer. Las protegería con su último aliento. Intentó ahuyentar al ser primero moviendo su cabeza de arriba abajo, intentando confundirlo con su cresta. Pero viendo que esto no daba resultado, vio que el único modo era la confrontación directa. El ser se detuvo y la Cryolophosaurus observó que se llevaba una mano a la cadera y de ahí cogió un extraño objeto alargado. De su punta,  surgió un destello eléctrico de color azul. La criatura emitió una serie de sonidos incomprensibles para la hembra y avanzó hacia ella. Ella se lanzó al ataque, pero al acercarse, vio que el ser apuntó con su extraño objeto y al estar cerca de el, esta le dio un fuerte calambre. Sintió una corriente eléctrica recorriendo todo su cuerpo. Se tensó y quedó desorientada. Sentía un aturdimiento y cabeceó intentando liberarse de aquella sensación tan desagradable. La criatura emitió otra serie de sonidos incomprensibles. La Cryolophosaurus volvió a arremeter contra el ser, tratando de embestirle, pero este la esquivó de nuevo. Su objeto impactó esta vez en la pierna. Sintió el calor de sus escamas al quemarse y de nuevo, ese calambre que la hizo caer. Jadeante, se levantó con mucho esfuerzo y emitió un rugido de furia, continuando con el ataque. Pero cada nuevo intento era inútil. Aquella criatura la esquivaba y la seguía atacando con el objeto eléctrico. Cayó fulminada al suelo y rodó.  Se levantó a duras penas. Temblorosa, apenas se podía quedar en pie. Miraba a ese monstruo de dos piernas que blandía su objeto con presteza. Quería vencerlo, pero se movía muy rápido e iba acabar con ella. Si moría, sus crías no tendrían ninguna posibilidad de sobrevivir.

Volvió de nuevo al ataque. De nuevo el ser la esquivó, pero esta vez tropezó con una piedra. Al caer, perdió su objeto y mientras se levantaba para recuperarla, la hembra aprovechó y le golpeó con su larga y musculosa cola. La criatura rodó por el suelo y la hembra se abalanzó sobre ella. Oprimió una de sus patas con 3 dedos con garra en cada una sobre le pecho de este. Apretó y escuchó un grito de dolor procedente de la criatura. Debía acabar con ella. Agachó la cabeza y hundió sus mandíbulas en el costado de esta. Notó la dureza de una superficie y sus dientes partiéndose, pero logró atravesarla y consiguió perforar a través  de la piel y la carne de esta. La hembra notó el sabor de la sangre en la boca y continúo oprimiendo, hasta que finalmente decidió escuchó el sonido de huesos rompiéndose. Miró a la criatura. Respiraba con dificultad y podía ver los agujeros dejados por su dentadura, de los cuales supuraba un líquido rojo y brillante. La miró por última vez, y volvió  con sus crías que la llamaban.

Nunca debió acelerar al hacer el salto desliespacial. Lo decía en el manual, se lo repitieron en la academia, y en cierto modo, era de sentido común. Al saltar a través del espacio- tiempo, la maquina va al límite de sus capacidades y forzarla más, provoca una sobrecarga que deja el ordenador central y los controles inoperativos. Eso le ocurrió, y cuando se teletransportó a aquella selva jurasica, no pudo hacer nada por evitar aquel árbol. Pero al menos, sobrevivió. Lo cual llevaba a su segundo error. Mas estúpido si cabía. Subestimar a un dinosaurio. Aunque había oído de otros viajeros que eran criaturas huidizas, no comprendió que algunas podrían enfrentarse a  él. Como esa madre Cryolophosaurus. Estaba dispuesta a defender a sus crías hasta la muerte. Y lo peor de todo, es que lo sabía.

Se quitó el casco, y miró su pecho, plagado de agujeros dejados por los dientes del dinosaurio. Estos habían atravesado la coraza y habían agujereado la caja torácica, destrozando sus costillas, las cuales se clavaron en sus órganos vitales, haciendo que su interior se inundara de sangre. Respiro y sintió ese sabor metálico en sus boca. El de la hemoglobina. También le salía por la nariz. El dolor era punzante y molesto. No saldría de esta, lo sabía. Alzó la vista y miró a esa Cryolophosaurus, con sus crias. Esta giró y emitió un rugido. Al menos, su última visión sería la de aquel paraíso perdido que tanto deseaba conocer.


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