Denunciar relato
Las luces del paseo se convertían en estrellitas al pasar a través del cristal del parabrisas y el ruido del mar ponía la música de fondo mientras manoseaba sus gordas tetas. Al mismo tiempo que trataba de desbrocharle el pantalón mi lengua se entretenía en buscar algún defecto entre sus empastes y mi rodilla izquierda intentaba separar sus piernas. Sino fuera por el inconveniente de la palanca de cambio esto ya lo habría conseguido hace un buen rato. El gilipollas que acababa de salir de la discoteca y nos miraba me la traía floja, apagué la luz interior y seguí a lo mío. No tenía mucho tiempo, debía llevarla hasta su casa, pero antes había prometido que no se arrepentiría de aceptar mi propuesta y en eso estaba cuando las estrellitas se convirtieron en cristalitos, el rumor del mar en estruendo y los gemidos en gritos. Con el ruido algo me golpeó en la espalda y sin darme tiempo a reaccionar se abrió la puerta de su lado, una mano la cogió por sus bonitos rizos morenos y de un tirón la saco del coche. Joder- pensé- mira que no poner el seguro. El siguiente golpe vino por mi lado y rompió la ventanilla de mi puerta, la cara del mirón gilipollas se asomó por el destrozo mientras un brillante bate de béisbol se apoyaba en mi hombro. -Y tú ya te estas pirando antes de que me arrepienta y te mate a hostias-. Su voz, la verdad, no parecía nada alterada cuando me lo dijo y eso me indujo a no preguntar, arrancar el motor y salir pitando de allí. La brisa que entraba por los desperfectos me despejó al momento, evalué los daños conclusión; nunca antes un manoseo de tetas me había salido tan caro- miré por el retrovisor, no se veía a nadie, solo un coche salía del aparcamiento en batería y se ponía en movimiento. El siguiente semáforo estaba en rojo y el coche se puso a mi altura, miré. La rizosa estaba al volante, el del bate le comía el cuello. El semáforo se puso en verde, ellos salieron y yo me quedé allí, parado, estupefacto.
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