Amaneceres de un día

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Han pasado más cinco meses desde que él decidió dejarla a ella. Él, ha estado en una laguna temporal de mil días entre la rutina diaria de comer diez horas y dormir catorce; ella, conoce miradores diferentes cada tarde para que el tiempo y el olvido transcurran más rápido.   Ambos han estado viviendo  en aquellos días que nunca imaginaron vivir  y que ahora hacen parte del resultado de un acuerdo mutuo, donde cada parte pretende el bienestar para la otra.

El día de hoy, 17 de Noviembre del 2009, el sol irradia luz sobre un cielo despejado desde las seis de la mañana hasta las dos de la madrugada, así como todo 17 de cada mes desde el día en que se conocieron.  Ese día él decide levantarse temprano, prepararse para salir de su rutina y caminar los dos kilómetros habituales de aquella colina que  ambos regularmente visitaban. Un posible encuentro con ella es el motivo para desligarse de sus hábitos sedentarios.

Mientras deja verter agua sobre una olla para preparar el primero de cien tintos y no dormirse a las cinco de la tarde, recuerda las inundaciones de Mayo, cuando llovió tres días seguidos porque ella ya no comprendía el color azul. Por alguna razón que aún no entiende, la extensión infinita del azul se redujo al tamaño de un suéter que perteneció al primer novio que ella tuvo. Según ella, el color dejo de pertenecerle y paso a manos de otras personas que alguna vez amo. Él en medio de su incomprensión y el profundo amor que sentía, nadaba desde su casa hasta la de ella para consolarla.

Después de dos tintos se sirve el desayuno y recuerda como Luis, uno de los tantos gatos de su ex, siempre se acercaba por un poco.  Para poder ser su novio tuvo que aprenderse el nombre de cada uno de esos gatos, entre los que habían seis “estebanes”, cuatro “camilos” y tres “sebastianes”. Con el tiempo descubrió que cada uno de esos gatos representaba cada relación amorosa por la que había pasado.

En la ducha, como es usual, medita acerca de las cuestiones que los hicieron separar, pero como siempre, no logra recordar que había sucedido por esos días. Un gran espacio en blanco ocupó lugar en su memoria a partir del día en que se separaron, puesto que los recuerdos de los buenos momentos suprimieron aquellos de los últimos días que le hicieron daño. Amnesia selectiva para evitar el daño de una decisión correcta, a pesar del dolor indescifrable que estaba causando tal sanación

Comprendía que había sido lo correcto ya que ahora ella podía realizar los sueños que por tanto había buscado en otras personas que resultaron convertirse en obstáculos, y él después de tanto tiempo volvía a la calma que había perdido buscando aquel lugar inexistente donde sus sueños no los diferenciaban. Aquel día en el que comprendió que se había convertido en uno de esos obstáculos que tanto la hacían infeliz, incendio su casa y se desprendió de todas las cosas que poseía como un último esfuerzo, donde él dejaría de ser él, abandonando cualquier elemento propio de su existencia. Ella después de enterarse del suceso desapareció por un mes, razón por la cual, cuando regreso, él decidió terminar.

Sale de su casa y recuerda aquellas calles que se dibujaban uniendo los lunares en la espalda de ella para llegar a la colina. Se encuentra en las memorias de esos momentos donde cada expresión facial, cada respiro leve y cada exclamación orgásmica le enseñaban un lenguaje que el fácilmente podía traducir en felicidad. Adquirió experiencia para identificar detalles en el tiempo de otros tiempos que lo hacían feliz, que a pesar de no poder volverlos a vivir, podrá sonreír por el solo hecho de que existieron y el destino decidió que el habitara por un tiempo en ellos.

Y en la cima de aquella colina, ella, siempre en el momento y a la hora en que debe estar. Porque él también entendió que ella existió en el momento preciso. Comprendió que aunque no estaba preparado para su llegada, y tal vez nunca lo estaría, estuvo ahí cuando debió estar. Para ayudarle a encontrar motivos, para hacerle saber que la vida se compone de pasiones en frenesí, para enseñarle a encontrar la felicidad que hace la magia.

Mientras se acerca a ella reconoce que así como el amor llega exactamente cuándo debe llegar, el amor se va exactamente cuándo debe irse. Porque el tiempo se agota y los cuerpos se consumen. La vida es corta para perder todas las oportunidades que nos ofrece de comenzar otra vez, de otros modos, con distintos errores, con lecciones diferentes. Se detiene. Sonríe porque el destino le ha dado otra oportunidad de encontrarse con la felicidad, y se siente aún más tranquilo porque ella ha optado por comenzar desde cero para buscar aquel lugar donde su felicidad se realiza, un lugar diferente de los que ha estado antes, un lugar destinado exactamente para ella cuando arribe, como siempre, en el momento y a la hora que deba estar.  


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