He aprendido algo que considero fundamental. He aprendido a valorar las apariencias.
Siempre he tenido prejuicios hacia la gente que intenta, constantemente, aparentar. Hasta ahora siempre había tenido la idea de que son malas personas y les he insultado porque no me parecía correcto no ser completamente sincera. Supongo que pensaba así por casos muy concretos y no es bueno generalizar.
Por ejemplo, la gente que conduce un supercoche y no sabe conducir y mucho menos aparcar que te dan ganas de quemarlo todo con la persona dentro. También destacan los que piensan que siempre tienen preferencia y no dan ni un intermitente. Todo esto por aparentar ser más rico y más chulo y no se dan cuenta que lo que refleja es una incapacidad total para vivir en sociedad, una falta de civismo alucinante y, por supuesto, que alguien que no goce de esa falta de empatía, le ralle el auto si no lo ha hecho antes él o ella misma que es lo más probable.
Otro ejemplo muy sorprendente es la gente que viste y compra ropa y complementos de copias de marcas. No sé que es peor y más cutre, que sea una copia (en la mayor parte de los casos horrorosa) o que se haga aún más publicidad de grandes marcas que son una gran estafa. Si alguien tiene la oportunidad de viajar a China comprobará que son los mejores imitadores al más bajo precio y también que en este país, y seguramente en otros muchos, tienen sus fábricas las primeras marcas. ¿Por qué imitan tan bien? Porque son la mano de obra barata que utilizan estas marcas. Debido a la precariedad, los trabajadores se ven obligados a completar su escaso sueldo robando a la marca en su fábrica y produciéndolo exactamente igual. Es decir, que el aparentar tener algo ya sea una copia de una marca o sea la marca original es deplorable e indica que esa o esas personas no tienen ningún respeto por el resto del mundo.
También están los opulentes de boca: Tengo, tengo, tengo y tú no tienes nada. Comprendo que un niño, en un arrebato pueda llegar a decir algo así. Esto es muy inesperado viniendo de un adulto y muy patético. Esta es una de las cosas que hace tan importante la educación en todo el mundo. Este despreciable individuo ahora mismo, en este mismo instante, está siendo un ejemplo para otra persona. Puede ser un padre de familia adoctrinando con esa mierda a sus propios hijos.
Estos y otros muchos casos hacían que pensara que el aparentar fuera tan malo y tan perverso hasta hace muy poquito. Ví a una mujer con la cara amoratada que tenía cogido de un brazo a un bebé y de la otra mano un niño pequeño. Era obvio que había estado llorando y se estaba reprimiendo. Vendía dulces en la calle. Pasó un hombre con su hijo y al niño se le antojó un dulce de esta señora. Su padre se lo compró. El niño lo desenvolvió y lo probó. Empezó a gritar: ¡Qué asco! ¡Está malísimo! Y lo escupió. Su padre, inmediatamente, reprendió a la dulcera. Esta tragó saliva y le ofreció otro dulce diferente completamente gratis con una sonrisa. Fue insólito. Unos hombres que se encontraban cerca se enfrentaron al padre y le acusaron de maleducar a su hijo, algo con lo que yo también estaba completamente de acuerdo. El padre entró en razón y pidió disculpas por su comportamiento y el de su hijo a la dulcera justificándolo con un mal día en el trabajo. La mujer le dio las gracias, le regaló otro dulce al niño y una gran sonrisa.
Me sobrecogió el aparentar de esta gran mujer. Seguramente su día sí que había sido una puta mierda. Desde bien temprano ya había recibido, por el aspecto de su cara, una buena paliza. De todas formas, cogió a sus hijos y sus dulces y salió de su casa para poder conseguir dinero para el subnormal que abusaba de ella. Seguramente las ganas de llorar que tenía no era por el dolor de los golpes, seguro que era porque se sentía mala esposa y mala madre a pesar de que, sin ninguna duda, se podría considerar la mejor mujer, esposa y madre del mundo. Además de todo esto, tuvo que soportar al gilipollas de turno que no tiene nada mejor que hacer que pasear y maleducar a su hijo. Una persona que carece de lo básico para considerarla ser humano, a él y a su maldito hijo. Y después de todo, la mujer responde con una sonrisa. Ni con mal carácter, ni ofendiendo a nadie, ni derrumbándose a llorar por lo que seguramente tenía en casa,... no, no. Con una gran sonrisa.
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