Desde mi portón

Todos creen saber más del amor y me dicen qué pensar: "hablas así porque no has amado a nadie", "ya verás cuando te enamores, no pensarás igual". Cada vez se hace más difícil expresar mi opinión. Mientras más elaborado es mi argumento, más sentimentales se vuelven los de ellos. Y muchos dirán: "pero el amor es un sentimiento". Menudo sentimiento, yo les puedo asegurar haber encontrado el amor, en varias ocasiones al mismo tiempo y el sentimiento nunca fue un argumento. No, no era infiel, mi corazón latía de la misma forma con uno y con otro, amé como se debe amar, cuidé como cuida quien ama y respeté a mi ser amado como si fuera yo mismo. 

En mis cortos años, desde los peldaños del portón de mi casa observé a muchos clamar amor, pero descubrí que quienes lo decían a los cuatro vientos dejaban que las palabras sigan volando y se perdieran en la inmensidad. Mientras que aquellos que lo guardaban para sí, de esa forma que uno guarda su tesoro más preciado, lo llevaban consigo por siempre. 

Si me preguntan qué es amor, diría que es la sonrisa de Sofi al ver florecer su jardín que con tanto esmero cuidó, el beso de Fabi en la mejilla de su recién nacido o el abrazo de Julio a su perro Tom. Incluso podría mencionar otras formas menos delicadas: una reprimenda de mis padres, el llanto de Eli en el funeral de su abuelo, la desolación en los ojos de Daniel al despedirse de sus amigos... 

Y dicen que no sé de amor, desde el portón de mi casa descubrí más de amor que lo que habría aprendido en toda mi vida. Solo faltaba abrir los ojos para darse cuenta. Aprendí que los sentimientos no son argumentos, pero los actos sí. Sonreír, besar, abrazar, enseñar, llorar, extrañar, etc., actos que nacen de uno y pocas veces tenemos control sobre ellos. Te pregunto, ¿eso que sientes es amor? Ya sabes el argumento válido, solo espero que tu respuesta no se la lleve el viento. 

-Nathi, 13 años