Un día más

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Iba caminando como nunca imaginé poder caminar jamás. Eran las 13:23, estoy seguro. El sol radiante que choca contra mis ojos. Su calidez me hace sentir un bienestar como el que se puede percibir solo en sueños, lo sentía, sentía el sol en la cara, en los brazos, sentía cada rayo ultra violeta golpear en cada parte de mi cuerpo. Y el cielo… celeste, un celeste lleno de vida, con nubes que creaban todas clases de animales y cosas, una misma nube blanca podía constituir miles de formas, primero un auto, luego una moto, después de la nada era un ratón, o capaz un hámster,  del cual se le podía ver cada rasgo del cuerpo, su nariz, tres pequeños bigotes que salían de la cara, al concentrarme más me di cuenta que se podía apreciar el pelaje del animal, detalles impresionantes en una simple nube blanca. El pasto verde, los arboles cada vez más altos, todos con un pájaro en alguna de sus enredadas  ramas, no se podía distinguir donde terminaban, te perdías antes de poder guiarte, ni señalándola con el dedo se podía, un laberinto enorme que me entretuvo un tiempo.

El paisaje era tan imponente que me perdía caminando, podía caminar horas y horas sin sentir el más mínimo cansancio, ¿Cuánto tiempo habrá pasado? Me toco el bolsillo, meto la mano, nada.… No puede ser, no lo pude haber perdido ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo?.  Veo atrás, estaba ella, ¿Cómo no saberlo? La rubia ésa siempre es de hacer cosas así, siempre tan linda a su forma, nunca pensé que me gustara tanto. Sin decirle nada, Agustina me devuelve el celular sonriendo. Veo la hora, 17:56.

Sigo caminando, empiezo a sentir las piernas, están cansadas. El ambiente cambia, obviamente no estaba en el mismo lugar donde empecé. El cielo se volvió gris, sentía la humedad en el aire. Cuesta respirar ya. Me siento, veo alrededor, la plaza. ¿Cómo llegué? Ni idea. Siempre tan igual, diferentes tipos de árboles grandes, no cómo los de hoy pero mucho más tupidos, los bancos de un color miel muy claros, caminos hechos de piedras redondas cuidadosamente puestas, y siempre flores, de todos los colores, acompañando el camino de piedra. Ahora estoy acostado en el pasto, alguien me abrazaba, su pelo negro me tapa la cara, ése olor a primavera, flores secas que aún conservan su aroma natural. Cierro los ojos. Podía sentir cada pelo reposado en mis parpados, labios, nariz. Podía sentir todo.  La besé ¿Cómo no hacerlo? Ha sido lo más importante en mi vida, nada se podría comparar a lo que sentí por ella, ¿Cómo no besarla?.  Abro los ojos. “Jazmín qué haces acᔠes lo único que pude preguntar. Riendo me contesta “Son las 19:46”.

Ya está oscuro, los arboles ya no eran cómo antes ahora estaban más cercas, menos verdes; las flores parecían aplastadas por miles de pisadas; los bancos estaban rotos, escritos, arruinados por el tiempo; al camino le faltaban las piedras. No sabía qué pasaba, estaba acostado en un banco, con un cartón encima, y un chico me queda mirando.

Ahí lo entendí. Necesitaba otra pitada para volver.


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