Detritus

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Enviado el , clasificado en Ciencia ficción
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Tania estaba recostada en una especie de crisálida con retales de plata en los bordes, mientras su cuerpo se sumergía lentamente en una líquido amniótico de color crema. Su piel reflejaba una patina viscosa con tonos verduscos a contraluz, que se entremezclaban con la marca del Rimmel corrido de su mirada.

De entre sus piernas brotó un tronco carnoso de forma anillada, que trasladó al exterior el patrón vascular de su placenta; el cual se incrustó con furia a modo de raíz, entre las baldosas de la terminal 9, de ese aeropuerto, hasta destrozarlas.

Tania se encontraba en esa crisálida plateada, a modo de trono, desnuda y pringosa por esa secreción de tonos caramelizados, mientras que de entre sus piernas, directamente des de su útero, seguía floreciendo esa extraña forma de vida que salió al exterior para enraizarse en el suelo. La misma que a su vez, envolvió el cuerpo de Tania dentro de esa larva argentada repleta de flujo viscoso, para dar lugar a un proceso de gestación sumamente sombrío y paranoico. Abierta de piernas, Tania empezó a gestar vida de forma descontrolada.

Una capa mohosa se iba extendiendo por la zona, respondiendo a las mismas propiedades de un proceso acelerado de oxidación. El tronco anillado que le brotaba a Tania del coño empezó a aumentar su diámetro de tal modo que la iba abriendo de piernas; a su vez, de esa estructura hecha con aros carnosos, brotaban de entre las juntas, pequeñas protuberancias como tentáculos minúsculos y rosáceos que se movían frenéticamente de forma serpenteante.

Los tentáculos minúsculos se empezaron a cubrir de un líquido color platino que salia expulsado de un orificio minúsculo situado en su extremo; como gusanos babeando saliva fluorescente. El líquido se derramó hasta dispersarse por el suelo, dando como resultado esa capa mohosa de tonos anaranjados que se extendía a lo largo y ancho de la terminal. Entretanto, un ejercito de esporas salia expulsado con furia de entre ese líquido plateado mientras los asquerosos tentáculos no cedían su danza sinuosa.

Un oso negro con secciones coronales de cuerpo completo desfilaba por la terminal; las esporas ya daban sus primeros frutos. Un fulgor verde tóxico de textura humeante se escapaba de entre los vacíos del cuerpo de ese oso, recubriendo al mismo en una especie de aura polvorienta, mientras andaba en círculos alrededor de la crisálida. Su cuerpo se comprimía y se expandía como una acordeón cada vez que daba un paso con sus robustas patas. El guardián de Tania ya estaba listo.

Organismo parasitario. La eclosión de las esporas dio también como resultado unos tentáculos muy finos, como hilos plásticos, petrolíferos, con una bifurcación dual en el extremo. Sin desprenderse de su base, salían disparados hacia los orificios nasales de los demás individuos que se encontraban en la terminal, hasta incrustarse con violencia en lo más hondo de su tabique.

Gritos de dolor mientras les sangraba la nariz. Espuma blanca, muy espesa, salia de la boca de las víctimas mientras sus ojos, inyectados en sangre, teñían totalmente la cornea de un color rojo muy intenso; casi coagulado.

A pesar de la aparente fragilidad de esos tentáculos, estos conseguían levantar los cuerpos hasta cinco metros del suelo antes de absorber sus fluidos vitales.

Me llamo Tomás Mor; yo sobreviví a Detritus...


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