Desperté con el sonido de la sirena que cada mañana nos llama a desayunar, y tuve que abandonar el hermoso sueño en el que, tendido sobre un verde y húmedo césped de primavera, observaba las nubes tratando de descubrir misteriosas formas en ellas. Ni siquiera se de donde me vienen esos recuerdos y sensaciones porque en verdad jamás he conocido la libertad, pero están ahí y son lo único que puedo saborear del mundo exterior por ahora. Y si bien no creo ser culpable de la masacre de la que se me acusa supongo que, de la misma forma que esos destellos de libertad permanecen en mi mente como rastros de una vida pasada, cabe alguna posibilidad de que haya hecho algo malo siendo otra persona muchos años atrás. Pero aun así, por mas que mi abogado insista en explicarme el concepto de triple cadena perpetua, sigo sin entender como es que pueden rastrear a una persona luego de su muerte y saber en que nueva vida ha de reencarnar. Como es que no sienten dolor o culpa al encarcelar a un ser humano desde que nace, solo porque vaya uno a saber que extraño aparato ha dicho que en su otra vida ha cometido un crimen. ¿A caso no se han preguntado si tal vez puede haber un error?. ¿Han testeado lo suficiente ese sistema como para implementarlo de manera tan certera, confinando a cientos de miles de bebes al encierro?. Son preguntas que jamás me serán respondidas porque me espera una vida completa en esta celda, y otra más si es que tengo la mala suerte de volver a nacer. Lo único que me da algo de esperanza son esos sueños donde, tendido sobre un verde y húmedo césped de primavera, observo las nubes tratando de descubrir misteriosas formas en ellas. Y pensar que tal vez una mañana suene la sirena del desayuno, y por alguna bendita razón no logre despertar. Porque aquí la muerte se ha convertido en una especie de aliada, casi amiga de quienes purgamos condenas de existencias anteriores. Y en la única reducción de pena posible.
Ahora vuelve a sonar la sirena y, mientras me acerco a la puerta a esperar que me permitan salir al comedor, veo pasar un guardia llevando en brazos una criatura de no más de dos semanas de vida. Le han puesto un pequeño traje naranja que tiene impreso un numero en el pecho, y me pregunto: ¿Cuál habrá sido el terrible crimen que ha cometido?. Tal vez terrorismo, tal vez homicidio múltiple, o tal vez ninguno. Pero aquí está, destinado a pasar sus días junto a nosotros que, al igual que él, arrastramos nuestro nefasto destino incluso después de la muerte.
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