Infectado

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No es fácil curarte o desengancharte de esa mierda, ¿sabes?

Es jodidamente volátil y rápida,

como una cuchilla con alas,

como un degollamiento a traición.

 

La pillas sin darte cuenta

y te destruye.

Te devora,

te mastica y te escupe.

 

Es mil veces más adictiva que el alcohol o la heroína.

 

Una mirada no fortuita,

una sonrisa sincera

que esconde algo,

como las nieblas de un callejón oscuro

que esconde una criatura putrefacta y hermosa.

 

Oscuras intenciones que brillan

escondiéndose entre las comisuras de una sonrisa.

Una sonrisa infectada,

una mirada caída

y ya está dentro de ti.

 

Se acercan y se atraen

sin parar de mirarse.

Mirarse y contagiarse,

y la tortura de empezar a hablar

por miedo a quedar enganchado y colocado, y

perdido por callejones oscuros.

 

No hay peor enfermedad ni peor castigo ni peor alegría ni peor consuelo,

para los sanos.

Los que no están infectados,

los puros,

los de sangre clara,

los manos limpias.

 

Pero tú te abandonas porqué

quieres notar el subidon

y luego saborear el bajón,

 y quedarte enganchado,

enganchado a esa mierda que te intoxica y te consume,

y te mata y te hace inmortal.

Inmortal porqué te roba el alma y sin alma se pierde el derecho a morir,

o vivir.

 

Te toca,

te acaricia la mano.

Vuestras miradas se inyectan una sustancia prohibida y clandestina.

La cabeza da vueltas

y se seca la boca.

Pierdes la capacidad de hablar y de pensar y te entregas y la sangre se espesa,

se vuelve barro negro y humeante,

como las alcantarillas de los callejones.

 

No hay nada que identifique más nuestra enfermedad que un callejón oscuro.

 

Nos contagiamos y revolcamos en nuestras pupilas dilatadas,

nuestras mentiras

disfrazadas de verdades afiladas

con las que nos desangramos en palabras

con las que brindamos y bebemos

con nuestra sangre infectada.

 

Y nos revolcamos en nuestra desgracia.

Contagiándonos y colocándonos el uno al otro

porqué esta mierda es fuerte

y cuando nos la quitemos el uno al otro

me vendrá el bajón

y no sé si podre aguantar

e iré por los callejones oscuros y humeantes,

buscando una dosis de ti,

una dosis de tus labios y tus besos,

y tus abrazos y tu mirada toxica,

y los dulces susurros que se esconden en tus palabras amargas.

Lo letal de tu silencio, y el veneno de tus palabras.

 

Por qué contigo no me morirá de una sobredosis de amor,

contigo me dejaría infectar y que me consumiera lentamente,

y me volvería loco; solo e infectado

en un rincón

mientras mi cara desgarro

con arañazos y acido.

Y luego me presentaría ante ti de nuevo,

desnudo,

con sólo mi alma

suplicándote

y con el único abrigo

de tu amor,

que me consume.


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