MI AMISTAD CON ARTURO.

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Arturo y yo nos conocimos a los trece años. Vivíamos en la misma ciudad y practicábamos el mismo deporte. Ambos compartíamos la idea de que la natación era la base para tener una buena forma física. Los dos teníamos las mismas dudas y los mismos miedos. Juntos empezamos a quedar con chicas, a comentarnos las experiencias y buscar mejoras. Juntos descubrimos el placer de las terrazas y las largas noches de reflexión. Nuestra amistad estaba más unida que el cuerpo de dos siameses. Los años fueron pasando y fuimos madurando. Con el transcurso del tiempo, nuestras quedadas se iban reduciendo. Nuestros teléfonos no sonaban con la misma frecuencia y nuestras vidas se decantaban por caminos diferentes. A pesar de ello, manteníamos nuestro trato. El cariño y el respeto perduraba en nosotros. No podíamos cortar con algo que nos había nutrido tanto. Acabar con nuestra amistad significaría borrar nuestro pasado y olvidarnos de los momentos que marcaron nuestras vidas. Los dos éramos conscientes y hacíamos lo posible para defender lo que era nuestro, para mantener nuestro pasado.
A pesar de nuestra insistencia, llegó un momento en el que la llama se apagó. Yo empecé la universidad, él a trabajar. Cambió nuestra forma de ver el mundo, cambiaron las amistades y también nuestra vida. Hacía más de seis meses que no sabía nada de mi amigo. Más de seis meses sin compartir una palabra con Arturo, mi amigo del alma. En ningún momento me olvidé de él. Durante esos seis meses pensé en llamarle en varias ocasiones, pero una voz dentro de mí, una malvada insensatez me impedía que lo hiciera. Conociéndolo, puedo afirmar que estaría en la misma situación que yo.
Esta mañana ha sonado mi teléfono. Era Arturo. Me ha propuesto ir a almorzar y me han falta segundos para salir a la calle. Nuestro reencuentro, temido y deseado. Un fuerte abrazo y ni una palabra. El tiempo quedó suspendido. El silencio hablaba por sí solo. Los dos éramos conscientes de lo que había ocurrido. Los dos queríamos volver a empezar. Nos sentamos y conversamos. Recordamos nuestra infancia, nuestros errores y aciertos. Reímos y disfrutamos. Nuestra amistad había vuelto a florecer. Volvíamos a ser los de antes.
Arturo fue valiente y dio el primer paso. Arturo hizo la llamada y unió nuestros caminos. Ahora quiero más a mi amigo. Ahora creo en las amistades sinceras, en las amistades para toda la vida.

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