Sintió la agradable brisa sacudirle su amplia melena y a los pájaros cantarle en derredor de sus oídos. Era libre, por fin lo era de verdad y ya no temía despertarse y dilucidar que tan solo se trataba de un mísero sueño, pues ya había cumplido su condena y su deuda con la sociedad quedaba saldada, aunque nunca podría revivir a todos aquellos a quienes quitó la vida, razón por la cual comenzó a llorar arrepentido, pero en esta ocasión era de corazón y no una mera treta para que le rebajasen la condena.
En aquellos momentos pensó en lo feliz que podría ser si hubiese alguna posibilidad de dar marcha atrás con todos los conocimientos que había adquirido en el presidio y de tal forma poder cambiar aquello tan horrible que hizo, sin embargo, ya era demasiado tarde y por consiguiente lo único que podía hacer era vivir lo que le quedaba de su miserable vida molestando lo menos posible a los demás y esperar la muerte con resignación, aunque por dentro ya estaba muerto realmente y él lo sabía. No obstante, el hecho de estar libre le hacía sentirse mejor consigo mismo, pues pensaba que cuanto más sufriese, menos le quedaría para reconciliarse con el universo.
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