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-Y pesa mucho; la sensación de culpabilidad taladra mis amaneceres y boicotea el sueño por las noches. Respiró profundamente ante el periodista antes de continuar, para evitar que brotaran pesadas lágrimas de sus ojos. No lo justifico pero no me arrepiento, fue la necesidad. El periodista asintió mientras ofrecía su mano al reo, se levantó de la silla metálica y abandonó la sala.
Se apagó la luz, y la oscuridad diluyó la silueta del detenido, que dejaba de verse desde la habitación acristalada, donde quince señores de traje compartían gramos de amistad y hielos de cien euros.
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