Pereza, freno de todo lo grande

Quería hacerlo, sabía que era su deber, comprendía la importancia del acto que estaba obligado a hacer, temía las consecuencias de rehusar aquella petición, sabía que solo él tenía la capacidad para realizar tan gran acción, era consciente de la recompensa que le esperaba tras realizarla y él la ansiaba. No obstante, sentía demasiada pereza para cumplir aquel objetivo, por lo tanto nunca lo completó y jamás pudo probar sus habilidades ni potenciarlas, pues al igual que en aquella ocasión se sintió demasiado vago para realizar cualquier esfuerzo y por alguna extraña razón creyó ser suficientemente magnífico como para obtener premios sin realizar el menor esfuerzo, pensando que las personas por así decirlo superiores no necesitaban demostrar la genialidad de sus actos y estaban en pleno derecho de despreciar la obra de otros, por considerarla inferior a la concebida por un genio, aunque este nunca hubiera movido un dedo, como el emperador que reposa sobre su cómodo trono y por dar órdenes a sus esclavos ya cree que levanta un imperio y es reconocido, recordado y admirado, mientras sus subordinados mueren prematuramente tras una fatigosa vida y su recuerdo se pierde en el gran vacío creado por ellos mismos al seguir los mandatos de personas que no dan la talla, independientemente de su inteligencia o habilidad, pues nunca la demuestran si no es por medio de los demás, los cuales le ayudan a llevarse el mérito de un trabajo que no le pertenece.