La elección

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Enviado el , clasificado en Drama
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Escuchaba sus voces chillones y estridentes con los ojos entrecerrados a lo lejos. Me sorprendía lo poco que necesitaba para empezar a excitarme: alegría, inocencia, correteos torpes y zancadas (todavía) inseguras. Se mezclaban entre los palos de los columpios con la libertad que cualquier chico de cuatro a seis años tiene. Perdonad, ¿libertad he dicho? Quizás sea mejor llamarlo seguridad, seguridad provocada por la inconsciencia.

Fui posando mi mirada en varios perfiles prometedores: pequeño: rubio de ojos azules. Un estereotipo clásico y sexy. Pequeña: morena con vestido rosa que se volaba hacia atrás cuando esprintaba para que no la alcanzaran en el pilla-pilla. (Pude ver sus braguitas). Magnífica. Había más perfiles, pero sabía que no necesitaba ver ningún otro. Había dado con las dos joyas de la corona, y ahora quedaba lo más difícil. Decidir. Durante un momento perdí el control sobre la situación: "¿Por qué no llevarme a los dos?", pensé. La clase de pensamiento de un jodido rookie. La clase de pensamiento que, de ser llevado a cabo, me haría terminar en las duchas de una cárcel violado por tremendos negros que no cesarían hasta verme muerto. Gracias a dios no fui tan tonto como para ahogarme en mi propia avaricia. Uno. "Uno, solo uno de ellos", me dije. Prudencia. "Y, si todo sale bien, ya volverás más adelante a por el que quede", me convencí, a sabiendas de que aquella mierda era absolutamente mentira. Principalmente porque entraba en conflicto con mi regla principal:

1)Prohibido volver al lugar donde se encontró a una antigua víctima con la intención de conseguir atraer a una nueva.

Así que me decidí por la pequeña. Pedí perdón mentalmente al chico por dejarlo allí, por menospreciarlo, en cierto modo. Pero es que la chica era una de esas cosas que no puedes dejar escapar. Lo que me ocurrió con ella fue algo parecido a cuando estás en una galería de arte rodeado de cuadros que no llaman tu atención y de repente: ¡Pam!, lo ves. Algo realmente distinto. Arte. Luego te acercas y resulta que es un Courbet, un Monet o un Miró. Nada es casualidad. Como en el caso de aquella pequeña... Sus padres debían ser muy apuestos. Como podréis imaginar, se me hacía imposible mirar hacia otro lado e irme con el rubito de ojos azules. ¡Y bien sabe Dios que me hubiera gustado hacerlo! "Hasta siempre", le dije en silencio, como si pudiera comunicarme con la mente. El chico no se giró (ahora jugaba en el suelo con unos guijarros de espaldas a mí), y aquello me dolió, pero la sensación terrible no tardó en disiparse; la pequeñaja del vestido rosa se me había quedado mirando, ¡a mí, un extraño entre los arbustos! ¡Qué inocentes, qué inconscientes! No pude evitar empalmarme imaginándome lo que iba a suceder en la parte trasera de mi furgoneta...Dios. Le hice un gesto con la mano. Uno, otro, y otro. La llamé hasta que ella dio un paso hacia mí, luego otro, otro, y otro. Me saludó cuando estuvo a medio camino con su mano minúscula y y yo le devolví el saludo con la mía. 

En cinco segundos se perdió entre los arbustos conmigo. En diez minutos estábamos en mi furgoneta. En quince estaba muerta. En veinte...enterrada. 


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