Mireia
Vaya donde vaya paso contigo tardes enteras en una cafetería de Paris. Viéndote sin oírte mientras comes esa pieza chocolatada y te relames los dedos, mientras colocas tus manos alrededor de esa taza que arde llena de café poco dulce para mi gusto. Tienes una forma peculiar de masticar las cosas, tus labios se mueven de forma sugerente y en círculo, disfrutas cada bocado como si fuera el último y, al mismo tiempo, tu conversación fluye alegre mientras piensas que escucho todo lo que dices. Intento con todas mis fuerzas que así sea pero me regodeo demasiado en el placer de tu compañía y me siento desdichada pensando en el momento en el que me dirás adiós. Tan cerca y a la vez tan lejos. Te tengo tan presente que me cuesta echarte de menos, pero así es cuando vuelvo cada tarde a nuestra cafetería.
Me es imposible pensar que me has olvidado, me es imposible sentirlo porque sé que tú sientes lo mismo aunque tu forma de ser te hace tomar menos tiempo para la melancolía. Somos diferentes y no me importa, adoro todas nuestras diferencias.
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