Sus marineros: una decena de hombrecillos que se regaban desde estribor a babor y hasta la popa. Miraban atónitos al capitán; a la espera de sus órdenes, a la espera de su vaso de agua, a la espera de su entristecido mirar y a la espera.
Clavados al suelo del navío, de vez en ola miraban entristecidos sus ropajes ya amarillentos por los años, sus sombreros ya rotos por la ausencia de viento y por los ácaros hambrientos, los cuales eran los únicos que daban vida al barco.
Ellos seguían secos, sin humedad en sus ropas. Solo unas gotas que brotaban de sus ojos inertes y se deslizaba hasta el suelo, en una caída kamikaze con el único destino de encontrar el mar. Las gotas morían evaporadas al chocar con el suelo hirviendo de la embarcación. Esos brotes de existencia se desvanecían ante el calor de muerte que se posaba dentro de la embarcación.
Sus preguntas: ¿cuál es nuestro destino? ¿Cuándo llegaremos? ¿Por qué los peces son tan grandes? ¿Por qué las olas nos sumergen y aun así, no nos mojamos? ¿Por qué somos marineros? ¿Por qué ella es maquinista? ¿Por qué él es piloto? ¿Por qué él es capitán? ¿Quién nos espera en la orilla? ¿Cuál es nuestra misión?
Cuando la monotonía era muestra de la existencia en el barco, un movimiento fuerte alerto a sus integrantes, un jalón que los saco del agua y los elevo por los cielos, un cordón que en su extremo los llevaba presos del aire y del azar. Un cordón que los saco hasta la orilla y los tendió sobre la arena.
Ahí estaba el niño ensayando el flote de la botella y su barco de madera. Ahí estaba el pequeño niño arrodillado sobre la arena, feliz por el éxito de su juguete y sollozando lágrimas alegres que cayeran liberadas sobre el mar que se asomaba en la orilla.
El estaba mojado con el agua que se adhería presurosa en sus ropas. Solo una tristeza que emanaba el barco desde su interior, secaba la arena sobre la orilla y los pequeños inertes del barco se asomaban sedientos de mar por el corcho ahora expulsado por el niño.
Sus preguntas: ¿para qué quiero esto? ¿Cuándo llegaremos? ¿Por qué los peces son tan pequeños? ¿Por qué sigo siendo un niño después de tanto tiempo?
El niño lanzo la botella de cristal de nuevo al mar. Esta vez sin cordón y sin corcho.
La botella se lleno de agua, al igual que el vaso de cerveza del piloto. Todos sus tripulantes murieron felices por la inundación de la botella, ahora podían morir sabiendo que es ser capitán, piloto, maquinista y marinero dentro de mar y empapados de mar.
El hombre tomó entre sus manos al niño de porcelana que sostenía un barco dentro de una botella y lo lanzo al mar. Su barquito se había roto y había caído al fregadero de los platos. Después de todo ¿para qué podría servir un niño marinero sin su barco de botella?
DANIEL AVILA BARRETO 14/08/14
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