Fantasía: Sexo en las regaderas
Por Freedom
Enviado el 17/08/2014, clasificado en Adultos / eróticos
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A Mari la conocí en la preparatoria, éramos compañeros de clases y también en una escuela de natación. Ella es dulce, divertida, agradable, pícara, ojos cafés, cabello castaño oscuro, estatura promedio, delgada, bubis pequeñas y un trasero y piernas muy bien definidas gracias a la natación.
Aunque ambos estamos en la universidad y ya no nos frecuentamos tanto como antes seguimos coincidiendo en algunas ocasiones en las clases de natación. Después de terminar aquella sesión de esa tarde salimos de la alberca y juntos nos pusimos en camino hacia los vestidores. Tanto los vestidores de hombres como de mujeres están separados por un largo pasillo pero se conectan en dos puntos, la entrada y las regaderas al final del pasillo, aunque claro las regaderas están separadas para hombres y mujeres. Nos despedidos y cada uno se metió a bañar, o al menos ella lo hizo porque yo me quedé esperando en la entrada, me aseguré de que no hubiera nadie y me metí hacia las regaderas de mujeres.
Mari estaba de espaldas quitándose el traje de baño, primero se despojó de la parte de arriba del bikini este era de color azul celeste, luego se retiró la tanga que traía del mismo color que la otra pieza del bikini; cuando se inclinó a recogerla no pude apartar la vista de su trasero, era redondo, firme, bien dotado, sin embargo algo más había captado mi atención y es que pude vislumbrar su rajita y vaya que era deliciosa, poseía una vagina libre de vello púbico, rosada, jugosa, carnosa y suculenta. Ello hizo que a través de mi traje de baño creciera un bulto impactado por la escena que se me presentaba, aunque también mi erección en parte se debía al hecho de encontrarme en un lugar prohibido, sabiendo que en cualquier momento alguien podría descubrirme.
La observé hasta que se metió debajo del chorro de agua, para mi suerte había escogido el cubículo al fondo de la habitación, perfecto para no ser molestados. Aprovechando el ruido del agua de las regaderas me escabullí rápidamente hasta Mari, me deslicé a través de la cortina y me coloqué detrás de ella. Estaba de espaldas debajo del chorro de agua, con los ojos cerrados concentrándose en cada gota que recorría su cuerpo, sólo un centímetro separaba nuestros cuerpos, la rodeé con mis brazos y le dijo que no se asustara; ante el contacto de mis manos con su cuerpo y el sonido de mi voz ella se sobresalto, se giró y me miró impactada, sus ojos exigían una explicación. Fui sincero, le dije que la había seguido hasta las regaderas porque quería follarla.
El semblante de su cara cambió de sorpresa a sensualidad ante aquellas palabras, en sus labios se dibujó una sonrisa picarona y muy pervertida. Mis ojos analizaban su reacción ante aquella situación pero también se concentraban en su cuerpo desnudo, ahora frente a mí por fin pude ver la maravilla que poseía, sus pechos no eran tan pequeños como en un principio los describí, a través de sus pechos claros se dibujaban unas areolas oscuras que en su centro contenían unos hermosos pezones que sobresalían gracias a que ella se estaba excitando.
Me dijo que estaba bien, que no se resistiría y que sería toda mía, podía hacerle lo que yo quisiera, y dicho esto se dio la vuelta nuevamente dejando su destino en mis manos. Me coloqué otra vez muy cerca de su cuerpo y mis manos masajearon y apretaron sus senos, cada uno de ellos cabía perfectamente entre mis manos, mis dedos se encontraron con sus pezones los cuales ya estaban parados y los jaleé, en respuesta el cuerpo de Mari se estremeció por aquella sensación, escuché como un ligero suspiro escapo de sus labios y me imaginé que estaba reprimiendo sus gemidos para evitar delatarnos. Lentamente mis manos fueron bajando a su entrepierna hasta que me detuve en la entrada de su vagina, comencé a frotar su rajita y supe al instante que estaba empapada de placer. Mientras jugaba con su vagina me encargué de que nuestros cuerpos se rozaran cada vez más, mi bulto debajo del short pedía a gritos ser liberado con cada arrimón que daba, ella también podía sentir mi pene rosando su colita y fue cuando me dijo que no aguantaba más, que la follara en ese mismo instante.
Me quité el short, pegué la punta de mi pene a su colita una vez más y finalmente le separé las piernas y la penetré desde atrás. Su vagina estaba más húmeda que antes, pero también explotaba de calor, su interior me apretujaba fuertemente con cada embestida y no me dejaba ir. La cogí hasta que nos llegó el primer orgasmo a ambos, en su interior nuestros líquidos se mezclaban y a ella se le escapaban gemidos de placer.
Estaba terminando de correrme cuando saco mi pene de su vagina, se dio la vuelta y se arrodilló. Lo tomó entre sus manos y tiro de adelante hacia atrás hasta recuperar mi erección, se lo llevó a la boca devorándolo completamente. Su lengua se encargaba de humectarlo, trazaba círculos sobre la punta, lo chupaba como si se tratara de una paleta, había conseguido que me excitara aún más, su técnica de sexo oral no tenía comparación. En tan solo unos cuantos minutos aquella mamada me había provocado una segunda corrida, bombeé mi leche en el interior de su boca lo que hizo que pusiera los ojos en blanco y observé como de su vagina brotaban nuevamente chorros descontrolados, atribuidos a su segundo orgasmo.
Cuando terminó de succionar cada gota de mi semen la levante y recargué sobre la pared, ahora yo me arrodillé y me sumergí entre sus piernas, saboreando cada gota de sus jugos, lamiendo cada centímetro de su vagina, buscando ese tesoro suyo, hasta que finalmente encontré su clítoris, rosado y palpitante, dándole un ligero mordisco que le arrancó un gran gemido, a estas alturas ya no nos importaba si nos descubrían sólo queríamos coger. Yo estaba otra vez excitado así que me levante, la cargue y nuevamente la penetré, haciéndola completamente mía. Esta vez la posición en la que estábamos me permitió rozar su clítoris con cada embestida que le daba y eso la llevó a su tercer orgasmo rápidamente acompañado de un desbordar de sus jugos, sin embargo para mi alcanzar mi tercera corrida me tomó más tiempo ya que disfrute cada comento que estuve dentro de ella, hasta que finalmente la llené con mi leche
En ese momento me desperté en medio de una calurosa noche de verano, me encontraba solo en mi cama, con el pene al aire, parado, caliente y en la punta se asomaba ese líquido blanco; todo había sido un sueño pero parecía tan real, es como si yo lo hubiera estado viviendo segundo a segundo, una fantasía tal vez, no lo sé pero lo que sí sé es que ha sido el sueño más maravilloso que he tenido y también sé que en ese mismo instante Mari se había despertado en su cama, empapada y excitada porque tanto ella como yo sabíamos que aquello no era solo un sueño.
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