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-Permanece sentado, mirándonos inmóvil desde el sofá.
-Resulta realmente extraño. La más pequeña de las agujas, reflexionó un instante y prosiguió. -Desde hace varias vueltas, ni siquiera parpadea.
Ambas siguieron intercambiando impresiones, desde el cénit de la circunferencia, mientras la más fina, alargada e incansablemente activa de las saetas, recortaba la distancia que le separaba de ellas segundo tras segundo.
-Quizás esté esperando que se agote nuestra pila. Apuntó esperanzada la más alta de las dos flemáticas agujas. Continuaron observando el impertérrito cuerpo, hasta que la nerviosa y espigada saeta roja les obligó a separarse durante trece espaciosos números
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