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La vi tranquila y erguida de alma ante el precipicio, miraba de rodillas al agua arrancando de la piedra vida y futura muere como alimento de su avaricia y ego. Sonrió al sentirse la única reina sin rey y cerró sus ojos para verse una vez más como lo haría cualquier gaviota en busca de una rama quebradiza.
Se alzó en un elegante ademán de ligereza pero cayó en la dura hierba de aquel precipicio sin final humano. Apoyando su corazón en la piedra más enterrada de aquella cárcel se levantó sin utilizar ni un músculo de aquel cuerpo. Cuando ya estuvo sobre sus largas piernas miró a la tierra y dejó un sentimiento en ella.
Comenzó a andar sobre la línea que sabía en nunca le fallaría, con ambos ojos cerrados, y sonrió al verse casada y cautiva.
Después de llegar al final de la recta pisó fuera y hundió su pie en el barro. Posó su otro pie en el, ahora más líquido, lodo y sonrió al verse feliz.
Se hundió y cuando se quedó sin respiración cayó a una playa sintiendo ahora la arena caliente en sus pies de lodo. Y sonrió al no verse.
Se adentró en el agua fría y dejó de sentir tu cadera por el abrazo de su amiga desconocida. Cerró los ojos y sonrió al verse agonizando. Salió despacio del agua, tomándose su tiempo para sentir cada gota rozando sus tobillos de lodo y agua. Se estiró en la arena y cerró sus ojos mirando al cielo. Se sentió bien y sonrió al verse cautivada por el frío y el calor.
Mientras sus tobillos se endurecian caminó fuera de la playa para que no se evaporasen sus piernas.
Pisó tierra, agua, arena y piedra. Al fin llegó a casa y sonrió al ver como ya no estaba hecha de huesos o carne. Sino que miró al suelo y fue acariciando su cuerpo con aquellos ojos.
Cuero. Lodo. Agua. Sal. Tierra. Madera y su alma.
Era su cuerpo, su verdadero cuerpo. Ahora ya podía morir tranquila. Y sonrió con los ojos cerrados al verse hundida en la oscuridad.
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