Dió la vuelta a sus juguetes mostrando la parte más afilada de ellos y los volvió a pasar por las impolutas solapas de las chaquetas de los jugadores. Apuesto que pensaron que era una broma, que él quería asustarlos, limpiar mis navajas como mucho. Pero, por suerte para todos, no era así. Les mostró de cerca sus juguetes y después de agarrar el hombro del más gracioso de ellos, quería escapar, los llevó a la casilla número uno.
Están ustedes en la casilla número uno, como bien pone en el suelo, ahora me alejaré y me colocaré justo detrás de ustedes. No les aconsejo que intenten escapar porque no solo con la medida del tiempo soy meticuloso. Aunque sé que no harán tal cosa, nunca lo harían unos buenos jugadores. Perdonen mi impaciencia por comenzar caballeros, comprendan que esto me emociona y alegra. Lo que me preocupa es que ustedes parecen extrañados. Hemos venido aquí , donde, efectivamente, no hay mujeres de largas piernas y gestos amables a dos dólares. Lo que en esta ocasión nos ocupa es algo bien más agradable. Para comenzar, si lo tienen por bien ustedes tienen qué escoger una parte del cuerpo del otro, me la dirán, y, según el criterio del juego, podrán salir o no. Cada parte les da la posibilidad de poder moverse hacia delante tantas casillas como les diga, no pongan esas caras por el amor dios, es el juego quien dicta, no yo. Amigos míos, solo soy un títere. El ganar o no queda en sus manos.
Me apartó unos metros y al ver las caras de ambos, sacó el revólver... como había que hacer cada noche para que viesen los jugadores que era un juego muy serio. Les apuntó, e hizo una reverencia mirándolos para que empezasen, tuvo que esperar varios minutos. Incluso después de la prueba inicial, las palabras, ambos estaban callados, así que disparó a uno en su mano, esto no tendría que entorpecer para nada el juego, si se hacía así era para que de una vez se dieran cuenta del respeto que le debían a todo el juego.
Su amigo, que vio al fin que el juego iba en serio, señaló tres de los destrozados dedos del otro y me miró.
Tres dedos... ¿Cuántas casillas son?
No digas estupideces. ¡Tengo que salir de aquí ya! ¡Me desangro!... Sus piernas, ¿sus piernas cuántas casillas son?
Como es normal tanto el que había sido disparado como el que no empezaron a decir partes más grandes y vitales, incluso, como es normal, llegaron a intentar arrancarle al que había sido su amigo esas partes como pensaban que sería más efectivo; mordiscos, arañazos, puñetazos, patadas... Todo valía con tal de sacar lo máximo del otro. Después de observar sin decir una palabra, como buen espectador, carraspeó al verlos ya ensangrentados y en el suelo, con la ropa que tanto adoraban hecha girones.
Muy bien caballeros, ahora que están apunto de ponerse de acuerdo de forma pacífica entra el juego en escena.
Vi como me miraban, parecían estupefactos de sus palabras, perdidos, confusos por la desesperación... y la esperanza. Los miró una vez mas detenidamente, disfrutando del espectáculo y, como era normal, ofreció a los pies una de sus navajas.
Si la cojen antes de tiempo me temo que los tendre que matar con mis propias manos.
Una vez que dijo esto, sonreí.
El ambiente era apocalíptico y educado; caótico pero ordenado. Al fin y al cabo, todo era un juego, miró cómo la navaja dejaba de dar vueltas en el suelo irregular del tablero y cerró mis ojos moviendo la cabeza despacio y de forma muy leve, abajo y después arriba, volviendo a abrirlos los miró. Y sonreí.
Pu...Puedo...
Déjeme...déjeme cojerla a mí.
Ambos estaban exhaustos, y después de el tiempo exacto sonó su reloj. Era la hora del juego de juegos, comenzaría en cuanto la parca acudiera a su asiento.
Separando lentamente los labios, los miró con una mezcla de diversión y pena, ya que se iba a terminar el juego.
Pueden...siempre después de que yo lo diga... y de que el juego se lo permita...tomarla.
En cuanto sus palabras dejaron de brotar de mis curvos labios ambos se lanzaron a por la navaja y, evidentemente, el más gracioso pudo agarrarla con la mano menos perjudicada por su amigo. Como es normal no interfirió a favor de ninguno el que se le disparase, dirán que perjudicó al más chistoso de los dos, ratas. Inmundas y putrefactas ratas de alcantarilla.
Con sus últimas fuerzas, cortó la arteria aorta de su querido amigo.
-Muy bien caballeros. Como el juego exige, una rata coja y otra que servirá para alimentar a sus seguidoras.
Dicho esto, fué feliz. Y, como es normal, disparó al primer y último jugador. Una vez que su cabeza tocó el suelo y empezó a florecer la sangre en la primera casilla del tablero se acercó. Tapó sus caras con sus propias ropas y los tiró al basurero del tablero. En cuanto estuvo satisfecho volvió a casa con mis ropas goteantes de sangre, haciendo su habitual pregón.
Llegó a casa, y en cuanto pisé su interior pude sentir en las botas que la separación de las tablas no era mayor a la de un pelo de mujer, de sus mujeres. Siendo de nuevo infeliz, metió la ropa en el horno y nos acostamos en mi cama una noche más. Al despertar, me juré, como tantas otras veces, que no volvería a permitirle salir a jugar.
Y sonreí.
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