Inspiración I

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¿Un escritor es un creador? ¿Todo creador da vida de una forma u otra con sus trabajos? y ¿Si das vida, puedes arrebatarla? Esas preguntas son las que mueven mi vida. No paro de pensar en eso.


Os habla un escritor al que las musas han abandonado. Solo sé escribir, pero sin musas me es imposible. Antes escribía sobre amor, felicidad e unicornios comiendo perdices. Ahora mi estilo ha cambiado bastante.Sonrió al pensar en lo último expresado.Pero aún escribiendo sobre muerte, asesinatos y personas comiendo las vidas de sus allegados, no tengo inspiración.


Estoy muerto, pero al menos soy... nada.


Después de días y días sin poder escribir nada decidí que o empezaba a escribir o no tendríamos para comer ni para pagar toda la montaña de facturas. Así que por mi familia decidí salir y no volver hasta que pudiese escribir algo. Esta es la historia de esos ___ días.



Salí de la casa con una ropa de abrigo aunque aún era mediodía, no sabría cuánto tiempo echaría fuera. Me senté en un banco de la plaza a la que, en el pasado, solía ir con mis hijos y mi mujer a pasear. No saqué más que recuerdos de mi vida pasada en forma de lágrimas y culpabilidad así les gustaba salir.


Luego fuí al bar donde había pasado la mayor parte de mi tiempo, cuando ya no tenía amor. No saqué nada más que una borrachera y a mi, del propio bar. Me había gastado las pocas monedas que había llevado conmigo en alcohol y aún no sabría cómo ganar más, no tenía historia.


Dando tumbos terminé en un cajero, se estaba más caliente y gracias a la mampara que me resguardaba, con una pequeña cerradura, era también más segura. Aún borracho pero ya con unas cuantas horas de sueño en mis ojos salí del cajero. Tenía que encontrar una maldita historia, no estaba bien quedarse en el cajero a dormir. Caminé por los parques desiertos agarrandome a la compañía del alcohol que aún quedaba en mis venas, y después de que mis pies hubiesen caminado por barro, piedra, madera e incluso el lodo que dormía debajo del agua del pequeño lago del parque, vi un grupo de sobras haciendo un ruido ensordecedor.


En mi cuerpo se entrelazaban curiosidad, alcohol y miedo. Mala combinación, desde luego que lo era. Caminé a paso más lento con intención de que mis ojos se volvieran mis cristalinos, mis músculos más fuertes y mis piernas más veloces, pero evidentemente ellos venían hacia mi, por muy lento que fuera llegaríamos a encontrarnos, y así fué. Finalmente nos encontramos.


Todos vestían ropas negras y blancas, llevaban telas que cubrían la parte baja de sus rostros y hacían muchísimo ruído. Me rodearon y comenzaron a gritarme, y creo que insultarme. Intenté olvidar que estaban allí y concentrarme en buscar una historia. Pero no me dejaron tranquilo. Uno me golpeó por la espalda y me tiró al suelo, intenté cubrir mi cabeza con los brazos al notar sus fuertes patadas por todo mi cuerpo. No podía más, ya llevaban recorrido todo mi cuerpo unas cuantas veces con las punteras de sus botas cuando pararon y se separaron un poco. Vi mi ocasión y me levanté para intentar correr y escapar de aquel círculo de la muerte. No fue posible claro. Si que pude levantarme e incluso coger una cierta velocidad, pero en cuanto noté la rodilla de uno de ellos hundiéndose en mi nariz mi espalda se tiró al suelo una vez más y mis ojos acariciaron el cañón de la pistola que con una sonrisa me mostraban..


Estaba tan asustado que incluso me oriné. Les hizo tanta gracia que por unos cuantos segundos todos dejaron de prestarme atención y mordí la mano que guardaba la pistola apartandome de la trayectoria de los posibles disparos. Estando borracho y lleno de adrenalina y miedo, apreté tanto que, sin dar detalles, le hice bastante daño y tuvo que dejarme la pistola. La agarré con mis manos más temblorosas que contra cualquier hoja en blanco, y en cuanto mis asustados oídos escucharon la exhalación de aire que precedía a un posible insulto o amenaza, disparé a todos los que pude. Solo pude ver gritos y botas huir.


Cuando me acerqué a ver en qué condición estaban mis jóvenes agresores vi que todos a excepción de dos estaban muertos, esos dos no tardaron en morir. No murieron por la rafaga de disparos que solté por el miedo. Murieron por los dos disparos restantes a quemarropa sobre sus lisas cabezas.

Me senté al lado de mis amigos, al fin y al cabo ya estábamos en paz. Y cerré los ojos pensando junto con todas las sustancias que habían en mi sangre, que acaba de hacer, y que haría. Solo alcancé a guardar la pistola y volver a casa, acostarme e intentar pensar en la dulce resaca que con suerte acompañaría a la falta de mis recuerdos por el alcohol.


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