Uno más, uno menos

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Mucha gente se queja de que demasiada libertad o demasiada poca. Imbéciles, pobres incautos, náufragos sin mar. No saben lo que dicen...

Soy un estudiante de secundaria de algún lugar del mundo cuyo nombre no os quiero decir. Escribo esto como carta y acto de despedida, espero que sirva para algo:

Hoy quiero empezar a escribir algo que me lleva pasando desde hace días. Pájaros cruzan mi  mente, veloces aves sin control cruzan me razón y la despedazan con sus picos y patas de acero. No sé qué pasa... No sé si esto es bueno reflejarlo por escrito. Quizás siempre fui diferente pero esas aves me atormentan...


Cada vez que intento verlas y miro a mi cielo; sueños, inseguridades, promesas a uno mismo. nunca aparecen, jamás cuando yo quiero.


Pero cuando miro a los lados o incluso al mismo infierno; torturas, rutinas, agonía, dolor y sufrimiento. Ahí sí, ahí deciden materializarse para atormentarme solo a mí con sus sombras cortantes. Son mi locura y mi alegría ¿Que haría sin mis pequeñas aves?


Despierto cada día como cualquier alumno , hijo o amigo de mi edad. Logro desayunar sin plumas clavándose en mis ojos. Incluso puedo limpiar la sangre que dejan con cada roce de sus malditas garras de gritos cortantes. Puedo vivir como cualquier otro hasta que salgo a la calle y paso por ese maldito valle de cemento y reflejos, ruidos e hipocresía. En ese momento, cuando menos me lo espero escucho un aleteo chocar contra un cúmulo de maldad. Otro aleteo. Ya son tres aleteos. Cuatro. Quince. Treinta. Noventa y dos aleteos, son noventa y dos ¿porque veo millones de sus gritos desgarrar mi piel. Si son noventa y dos? Me ser, desgarran me ser.


Son bellos. Hermosos asesinos de mentes, son inteligentes. Más que tú. Más que yo. Te torturan cada mañana. Cuando menos lo esperas pasan por tu mente sin que puedas pensarlos y te destrozan cuanto sueño puedas tener. Repulsivas criaturas de un demonio alegre, me usa como una simple rata.


¿Qué pasa si ponemos esto aquí y lo atormentamos? Maldita seas criatura invisible. Algún día te arrancaré tus alas de cemento y mentiras; cristal e inmundicia. Lo haré. Te juro que te mataré con mi propia mente.

Caminé más de lo habitual sin escuchar el atronador silencio de sus miradas fijas en mis pensamientos enjaulados. ¿Quieren que sufra viéndolos pasar por dentro de mis ojos? Que me vuelva loco sin poder tocarlos. No saber si existen o no. El despertar fué darme cuenta de que existían. No son simples pájaros. No... Eso es lo que hacen ver con su apariencia de dulces pajaritos del señor. Nunca me engañaran a mi. Soy más fuerte que todas esas escorias amontonadas en cuerpos casi humanos que caminan por el camino marcado por alguien muerto y pudriente. Yo no soy así. Quizás no pueda tocarlos pero puedo matarlos si pienso en ellos como seres buenos de alas angelicales.


Pero, ellos quieren que todos piensen eso. Entonces yo no lo haré. Pero saben que no lo haré así que tendrá algo preparado para que haga lo que quieren que piense.

Es muy gracioso cómo me vigilan, cómo hacen ver que son sonrisas de niños cuando son la sonrisa más macabra y dentada que se puede ver en este infierno. Siempre en el mismo lugar. ¿Por qué siempre en el valle? Tengo que investigar porque...

Hoy podré ir a dormir tranquilo, ya todo esta listo. Mi futura vida ya se puede oler, se acerca por el pasillo en penumbra de mi mente, sigue caminando por mis oídos podridos de gritos ensordecedores. Sus gritos. Sucias ratas enfermizas. No puedo dormir. Tengo que preparar lo de mañana. Mañana podré ser feliz al fin. Todo saldrá bien porque sé lo qué piensan. Soy más listo.

Soy el más listo de esos muertos. Ratas con alas de demonios y muertos. Moriréis todos. No hacéis falta aquí malditos hipocritas de sonrisa perfumada.

Fuera de mi mundo.

Mi mundo.

Mundo, mío. Mi mundo

Hoy es el día que con tanta esperanza añoré siempre. Mi nueva vida esta detrás de mí guiando mis pensamientos para que no puedan controlar mi mente. Hoy lo lograré todo. Todos morirán de una vez por todas y mi vida será mía. Mía por fin. Qué bien suena... Mi vida. Mía, vida.

Ahora saldré de casa y caminaré hasta el mismo centro del valle y los esperare corriendo por mi vida.


Tengo que ponerme en marcha. Muy bien... Salgo de la casa, cierro la puerta, camino ciento noventa y dos pasos y corro a noventa y dos pulsaciones por minuto. Es genial, si no pueden entrar en mi cerebro no podrán controlarse. Es sublime.


Así lo hizo, siguió caminando, noventa y dos pasos exactamente.

Muy bien ahora tengo que correr por mi nueva vida. Tengo que mirarlos de una vez por todas y ver sus rostros llenos de hambre de mi carne y sed de mi sangre caliente.Así lo hizo, corrió hasta el lugar marcado y alzó la vista. Escuchó uno, dos, tres, cuatro, quince, noventa y un aleteos.


Donde esta noventa y dos esta la clave. Ven aquí noventa y dos. Llevame contigo. Quiero ser libre. Quiero volar contigo noventa y dos. Llévame por favor, te suplico que me lleves contigo noventa y dos.


Así fué, todas las blancas palomas pasaron como cada mañana a las 8:32. Exactamente a las ocho y media sonaba la alarma de entrada en la fábrica en la que trabajaban muchos de los habitantes de Cuevas de Almancier. Dos minutos era lo que tardaban las palomas en escapar de la sirena, y toda una vida en atormentar a este nuestro amigo.


Si no vienes yo iré contigo. Quiero ser feliz noventa y dos. Déjame volar a tu lado.Antes incluso de decir estas palabras nuestro pequeño amigo sabía muy bien como iba a terminar todo. E intentando que pareciera a los ojos de las basuras, como él las denominaba, un loco caminó por la carretera. No sabía cuantos pasos había hasta el centro de la travesía que cruzaba cada día camino al instituto. Pero si sabía perfectamente a qué hora se abría el semáforo que dejaba pasar libremente a sus asesinos.


‘’Está loco’’ dirán algunos. ‘’Nunca podría pasar esto’’ dirán otros. ‘’Se merecía morir, no apreciaba nada, no era nada’’ dirán los últimos.Pero nuestro amigo sí tenía razón en una cosa; Veía un mundo diferente al nuestro, sabía muy bien qué eran palomas, qué no le hacían daño, al contrario, le daban esa sonrisa que todo ser humano debe sacar cada día. Pero lo que lo atormentaba era todo lo que rodeaba esas blancas palomas; Cemento, cristal, desesperación, razón y verdad.

Podía vivir con todo eso. Pero se negó a vivir en un mundo sin lo que para él era más importante, luchó hasta convertirse en ceniza ardiente, ceniza de la vida de cada uno de nosotros. Luchó. Si, luchó por lo que no podía dejar sin resolver.No podía vivir sin volar, y lucho por volar.

Ganó.


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