Hace unos meses, cuando salí de casa para ir a trabajar, olvidé coger mis gafas de sol. Hacía un día soleado estupendo y de ir toda la mañana de aquí para allá, mis ojos que son de un azul muy claro, se enrojecieron. Me picaban mucho y empecé a ver pequeños destellos de luz: como puntitos que se movían en todas direcciones. Se lo conté a mi madre durante el almuerzo y ella, que siempre se preocupa demasiado, consiguió que el oftalmólogo me diera una cita para esa misma tarde. Yo no quería ir. Desde que tengo uso de razón padezco latrofobia, por eso llevaba años sin visitar la consulta de ni un solo médico. No me gusta el olor de los hospitales y odio las agujas. Sin embargo, mi madre, que es bastante hipocondriaca, me dijo que podía ser un aviso de infarto cerebral. Quizá algún tipo de cáncer. Me pudo más el miedo a la muerte que mi miedo a la medicina.
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