Me senté en la barra. Parte 1

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Me senté en la barra. Sabía que alguien se aproximaría. Apareció un viejo pelilargo que me desnudó con los ojos y puso esa mirada libidinosa… Pero no me gustó.

No sé mi mente en qué pensaba, pero yo no dejaba de mirar a una de las parejas que estaba bailando. Él la rodeaba con los brazos y la besaba de tal manera que podía transmitir el calor a los que estábamos allí...

- Hola. ¿Cómo estás?- Saludé al desconocido de camisa negra y jeans azules. Era lindo.

- Ahora que te veo, mejor que nunca…- La típica frase me dio un poco de risa. -¿De qué te reís?- Él también se rió.

- No, de nada… ¿Cómo te llamás?- No era que me interesara, pero tenía que llamarlo de alguna forma. Noté que apenas podía separar sus ojos de mi escote. Estaba bien. Ese era su objetivo.

- Sergio. ¿Y vos preciosa?- Ahora me miró las piernas. La minifalda no dejaba mucho librado a la imaginación. Se acercó un poco más.

- Yolanda…- Ni siquiera había pensado en dar ese nombre, pero ahí estaba, casi ridículo.

- ¿En serio?- Se burló incrédulo.- Y ¿Cómo te gusta que te llamen?- Puso una de sus manos sobre mi pierna descubierta.

- Llámame como quieras- respondí mientras me mordía el labio de abajo.

- ¿Querés bailar?- Miró hacia la pista.

- Si…- Me bajé de la silla. Él me tomó de la mano y me condujo hasta la pista. Entonces noté que era bastante más alto que yo.

Sonaba una música lenta, ideal para bailar bien juntos. Me rodeó la cintura con sus brazos y se pegó a mí.

- ¿Cuántos años tenés?- Su voz me sacó de mi indiferencia. Me miró directo a los ojos, cosa que muy pocos hombres hacían conmigo.

- Veintidós. ¿Por qué? ¿Cuántos pensaste que tenía?- Hizo una mueca rara que no pude adivinar. Me dio un pequeño beso en la frente que me pareció muy tierno.

- Pensé que tenías más… Veinticinco ó veintiséis.- No dijo nada más. Era obvio que, por mi aspecto, parecía mayor.

- ¿Y vos?- Esta vez fui yo quien lo miró a los ojos.

- Treinta…- Me dio un beso en la punta de la nariz, luego otro en la mejilla y finalmente rozó sus labios con los míos.

¡Por fin! Abrí la boca para recibir la suya Nuestras lenguas se tocaron, jugaron, una empujando a la otra. Luego pequeños mordisquitos en los labios. Luego su boca bajando por mi mandíbula hasta el cuello.

- ¿Nos vamos de acá?- Sugirió. No era la primera vez que escuchaba eso y sabía lo que significaba.

- Sí.- Dije. Y en un par de minutos estábamos en la calle.

--continua en parte 2--


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