Despedirse no es decir adiós

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Una quemazón que baja desde el cuello gira entre las piernas para morder el vientre mientras va moldeando una presencia en el pasado. Es un momento en que la vida late y fuerza su ritmo al aliento. Todo consiste en retomar ese instante como si fuera la sístole generatriz de la voda. Hay que alargar la mano para encontrar el mismo calor en otro cuerpo. Es inconfundible el latido, no hay pérdida. hay cosas que no necesitan nombre ni etiqueta, sólo cabe inmergir en ellas, son productos de un deseo o de una segunda oportunidad. Amor de alguien.

 

El sueño barre el deseo y abre las barreras de la poesía para buscar un enunciado evocador del momento. Sólo hay que morderse el labio y dejarse llevar por su sabor dulzón. Momento despojado de preferencias, acto íntimo en soledad que se vuelve único por falta de semjanzas y posibilidad de iteración.

 

El cansancia llega de repente y va soltando los tendones hasta dejar al cuerpo pesado y sin fuerza. Tarde o temprano se enlentecen los gestos hasta congelarse en un amago mientras que se espesa la palabra por falta de saliva; es difícil hablar sin poder hacer burbujas, sólo queda leeer en los blancos, en los silencios.

 

Siempre son tristes los entierros sobre todo si es el de una mujer joven que se ha suicidado.

 


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