UN TRONO DE COLOR SALMÓN

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Se acostumbró a ese reducido espacio, tanto, que era incapaz de abandonarlo, incluso cuando de hacer sus propias necesidades se tratara.

De pequeño disponía de un orinal de patito, apropiado a su tamaño. Fue creciendo y éste con él, disponiendo de orinales más grandes de diversas figuras, hasta que Jacinto tuvo la feliz idea de instalarle un retrete en una esquina.

Más que un retrete era un espacio al aire libre con un pequeño lavabo, una ducha y una taza de evacuación. Eso sí, no era una taza normal sino la mejor del mercado, con mochila, de color salmón reluciente y con un tirador que parecía de oro. Tanto le llamó la atención que, Gustavo Sol, se sintió atraído, comprobando con satisfacción ese frescor agradable que se apreciaba al sentarse en ella, recreándose, disfrutando cada minuto que permanecía allí posado de forma que, poco a poco, hizo de su particular retrete el pequeño rincón donde más a gusto estaba, haciendo de la taza de color salmón su auténtico trono.


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