Un, dos, tres, me tocó. 1ª parte

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Siempre supe que mi momento llegaría tarde o temprano y siempre supuse que esto no iba a afectarme como a los demás, al fin y al cabo yo ya lo debería tener asumido.

He vivido intensamente sabiendo que este iba a ser el desenlace final.

Por supuesto, creía tener muy claro, que algún día, en algún lugar, algún tipejo resolvería que ya no era lo suficientemente útil para sus intereses, y que había llegado el momento de darme el pasaporte. Ese momento había llegado, y yo lo sabía. Podrían pasar, minutos, horas, tal vez algunos días, pero lo que era seguro es que iba a ocurrir y no podría hacer nada por evitarlo.

Durante largo tiempo, yo mismo había sido el encargado de ejecutar estos trabajos, para alguien del que solo conocía la firma del cheque que se me abonaba religiosamente. No había sentido ningún tipo de remordimiento, de no haber sido yo, otro hubiese ocupado mi lugar y no lo habría dudado, si bien es cierto que en los últimos tiempos estos encargos ya no me eran tan indiferentes.

Conozco sobradamente como demonios funciona esto. Cuando los años se te echan encima decenas de ojos están puestos sobre ti, observando cualquier mínimo movimiento en falso, ligeros detalles que denotan que ya estas quemado, y que de un momento a otro no vas a responder del modo esperado, y efectivamente llega ese momento en que las dudas invaden tu cerebro, alguien se da cuenta y tu nombre se ve añadido en una tenebrosa lista.

Una cosa era segura, el fulano que viniese a por mi no se iba a llevar la satisfacción de verme rogar.

La curiosidad por saber quién iba a ser el encargado de hacerlo me invade, aunque no creo que sea mucho mayor de treinta años de  edad, osea, un niñato, al igual que yo cuando empecé.

Recuerdo la primera vez que tuve que enfrentarme a mi primera víctima, se trataba de un hombre de cincuenta y cinco años, con dos gemelos de corta edad aún a su cargo. Rogó que no lo hiciese, me hablo de sus hijos y lo que podría ser de ellos, pensé que era demasiado mayor para tener niños pequeños y que debía haberlo pensado antes de meter el "churro en caliente", así que no lo dude y cumplí con mi trabajo.

Durante tu vida "laboral" contemplas rostros y actitudes de todo tipo ante su fatal desenlace, algunos parece importarles un comino,incluso parecen estar deseando que llegue  ese momento. Otros asumen su final con dignidad y evitan demostrar ningún tipo de sentimiento. Finalmente, están los que su temor a no encontrar otra vida mas allá, les hacerse degradarse, hasta el punto de llorar y balbucear intentando que tu corazón se ablande y el inexorable proceso de eliminación se detenga.

Lo peor de tu trabajo es conocer a quién te has de cargar, cosa que puede ocurrir si no te mantienes alejado de todo el mundo, no dando lugar a que se creen lazos que algún día puedan interferir en tus reacciones.

Yo había roto mi norma y se sobradamente lo que esto significa.

Hace algunos meses había conocido a una mujer estupenda, en realidad la conocía desde hacía mucho tiempo, aunque nunca había  hablado con ella, yo sabía que ella podría ser una de mis posibles víctimas en un futuro no muy lejano, al igual que podría serlo cualquier persona de mi alrededor.

La terraza del chiringuito en la playa se hallaba repleta de gente, que o bien esperaban a ser atendidos por alguno de esos camareros que se movían velozmente por entre las mesas, o en su lugar  se hallaban degustando los platos  que ya se les habían servido, en su mayoría paella.

Yo era de los que aún esperaban, y a diferencia de las demás mesas  la mía solo se hallaba ocupada por una sola persona como casi siempre que comía en algún restaurante.

.- ¿Puedo sentarme?.

Alcé la vista al tiempo que colocaba mi mano sobre los ojos a modo de visera,  la vi allí plantada ante mi, rodeada de ese aura que el sol provocaba al  enviar sus rayos contra la parte trasera de su cuerpo. Sus cabellos aún estaban mojados, lo cual indicaba que apenas hacia unos instantes que había salido del agua y la luz solar provocaba unos destellos maravillosos al reflejarse en ellos.

Ataviada con un pareo  de color blanco sumamente fino, que dejaba entrever su silueta por completo, una silueta que a pesar de su edad seguía siendo maravillosa, alzando las gafas de cristales oscuros por encima de sus ojos, y con una sonrisa que se dibujo en su rostro, lo cual me hizo sospechar que se habría apercibido cuando mi mirada instintiva y rápidamente había recorrido toda su anatomía de arriba abajo, esperaba frente a mi a que yo dijese algo.

.- Están todas las mesas ocupadas y al fin y al cabo a ti te conozco.- Argumentó ante la falta de respuesta por mi parte.

.-Si, claro.- Asentí señalando una de las sillas. Reconozco que me hallaba contrariado porque a pesar de haberme cruzado con ella en diferentes ocasiones, jamas habíamos mediado palabra alguna.

Aunque algo parco al principio, mi actitud fue cambiando al correr de los minutos y mi insulsa conversación se fue tornando en una amena charla. Me deje sumir en el placer de hablar con aquella mujer encantadora y su verborrea inteligente a la vez que divertida, a sabiendas de que no debería hacerlo. En alguna ocasión, nuestras risas provocaron que las miradas de los demás comensales del lugar se tornaran hacia nosotros, algo que nos paso inadvertido, en aquellos momentos nos sentíamos como en una paradisiaca isla desierta donde no hubiese signos de vida humana alguna.

Después de la comida llegó una cena estupenda en su casa, donde entre otros suculentos platos, por primera vez probé una "sopa fría de lechuga". Mi curiosidad me llevo a preguntarle de donde diantres había sacado aquella receta.

.- La he aprendido de Cristelicious.-

.- ¿ De quién ?.- El nombre me sonó al de la esposa de algún senador romano.

.- Es una amiga bloguera  que escribe artículos de cocina en un blogg que se llama ¡Que cocina!.-

Ahora me sonó a chino, jamas había entrado en ningún chat, ni leído blogs de nadie, para lo único que yo utilizaba internet era para leer la prensa y poco mas.

La velada acabó uniendo nuestros, aproximadamente cien años entre ambos de experiencia  sexual, (por mi parte casi siempre pagada en algún club), y mi cuerpo seguiría vibrando durante algunos días con aquella  inexplicable sensación de permanecer aún dentro de ella.

A pesar de todo, tras aquel maravilloso día  procuré no volver a verla y no coincidir con ella en ningún lugar. Sabía que ella podría ser la siguiente y no estaba dispuesto a que ningún sentimiento entorpeciese mi trabajo.


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