Enfermiza y deliciosa noche.

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Solté un suspiro cuando apoyé mi rostro contra la ventanilla del autobús en el que viajaba hacia la hermosa ciudad de Nueva York. Allí me encontraría con mis tíos, bastante lejanos pero cuando hable con mi madre ella me dijo que ellos eran como mis tíos y que prácticamente formaban parte de nuestra familia. Me explicó que ellos eran algo más liberales, tranquilos, y mucho más divertidos, bueno, lo dijo en broma pero probablemente así sea ya que mis padres son un tanto más conservadores y creo que cualquiera es más descontrolado que mi madre o mi padre. Media hora más tarde el autobús estaba estacionando dentro de la estación de dicha ciudad.

A lo lejos oí mi nombre, “Clarissa, Clarissa” decía aquella voz musical de la mujer que me abrazó en cuanto hizo contacto visual conmigo, me sorprendió pero sentí un particular calor familiar que me hizo sentir muy a gusto, cuando la mujer se apartó de mi pude admirar mejor sus facciones, cabellos castaños, largos hasta sus hombros y levemente ondulados. Podía verse algunos rasgos de su vejez, pero se veía joven, hermosa para su edad, y muy libre, se veía libre, mi mamá tenía razón en cuanto a ellos. Lejos pude ver a su marido, con una gran sonrisa en los labios, rondando los cuarenta y tantos al igual que su mujer. El tenía cabello color arena, despeinado y parecía que la vejez no le había atacado aunque tenía esas pequeñas arrugas que tiene alguien con algo de experiencia en la vida. Junto a ellos viajamos hacia su casa, vivían en Staten Island, una de las islas dentro de ciudad de Nueva York, su casa parecía un palacio, enorme, con cinco habitaciones, estaba impresionada.

La pareja se presento como Noah y Elizabeth. El es abogado, en cambio Elizabeth es decoradora de interiores así que está más tiempo en la casa que él, tendría compañía al regresar de clases. La noche calló pronto,  y cenamos tranquilos y nos retiramos todos a dormir temprano. Me sentía cansada, tanto que en cuanto apoyé la cabeza en la almohada me quede profundamente dormida. Al otro día comencé temprano, fui a la escuela, pintoresca pero como cualquier otro Instituto del país, los profesores aburridos como siempre y mis compañeros los típicos de siempre. Por la noche la pareja perfecta estaba en casa para la hora de la cena, comimos juntos y yo me retiré a la ducha. Salí del baño con una simple remera encima de mi ropa interior, la misma me llegaba hasta las rodillas y tenía el cabello húmedo. Mientras me lo corría a un lado me dirigí hacia la habitación de Elizabeth para preguntarle si le parecía de almorzar juntas mañana.

El panorama que me encontré fue impactante, sorprendente, me colé lentamente por la puerta entreabierta, oía algunos ruidos dentro, supuse que estaría a punto de ducharse o algo por el estilo, uno nunca sabe, las habitaciones son enormes. Lo que no me esperaba encontrar es a Noah encima de su mujer, estaba viendo otra faceta de él, un apetecible trasero, una espalda ancha y unos músculos que no podía ver pero que seguro estaban muy bien formados a pesar de su edad. Sentí como se me erizaba el vello, un escalofrío me recorrió por completo al darme cuenta en la situación en la que estaba metida, la situación que estaba presenciando. Me sentí tan jodidamente fuera de lugar y odie mi curiosidad ya que sentí que mis pies estaban pegados al suelo. Oía gemir a Elizabeth, retorcerse en la penumbra de su habitación, en la intimidad que estaba violando de su habitación.

Sentí como me humedecía, sentía un cosquilleo que me hacía sentir un calor tan imponente, me sentía absorta en mis pensamientos y escena que no noté que ellos habían notado mi presencia. Por lo que Elizabeth comenzó a decir mi nombre entre gemidos, mientras su marido le clavaba en imponente y endurecido miembro dentro de sus humedecidas carnes.

Pues a la mierda con todo, ellos me habían notado y mi ropa interior estaba humedecida a más no poder, me quite la remera quedándome en ropa interior mientras iba tímidamente hacia ellos. Noah se apartó de su mujer y a pesar de que ella le gruñó no dijo nada. Aquel hombre me hacía sentir pequeña, pero lo olvidé en cuanto llevo su mano hacia uno de mis pechos, mi pezón estaba endurecido y pronto recibí sus húmedos labios. Me besó y yo a el pero de una forma inocente. Me quito el sujetador haciéndome sentir expuesta, caliente y pronto apretó mis ambos pechos con sus manos, sensibles pero con mis pezones duros por la excitación. Me pegó contra su cuerpo y pude sentir el pedazo de carne duro entre sus piernas rozando mi cuerpo. Me llevó hasta la cama con su mujer donde me dejo caer sobre el colchón y Elizabeth comenzó a besarme, esta vez ella acariciaba y besaba mis pechos. Lamió mis pezones mientras que su marido llevaba su lengua hacia mi clítoris

No pude hacer más que gemir, gemir con fuerza, me sentía tan débil pero al mismo tiempo tan entregada a ese placer que ellos solos podían entregarme. Sin si quiera darme cuenta de mis actos separé las piernas, quería sentir el duro miembro de Noah en mi interior, y él lo notó y no tardó en darme aquel gusto.— Lento, es mi primera vez.— Mi voz baja era algo ronca, mis mejillas estaban enrojecidas y solté un suspiro esperando a recibir el tan ansiado regalo que iba a recibir. Rodee la cintura de aquel hombre y cerré los ojos cuando sentí el enorme y duro falo abriéndose dentro de mi intimidad. Me arrancó un grito que jamás imaginé, un placer que me embargó en segundos. Aquel hombre parecía una bestia encima de mí, moviendo su cadera contra mí con fuerza, clavé las uñas de una de mis manos en uno de sus hombros ya que del otro lado le daba acceso a su mujer para que me hiciera lo que quisiese.

Quien sabe cuántos minutos pasaron, daba igual, el placer era inmenso y delicioso. El éxtasis en persona, la delicia que cualquier ser humano merece conocer. La desilusión cuando salió de mi interior y se dejo caer en la cama.  El nos hizo sentir tan mujer a las dos, a mi por lo menos, nos lleno de él y ahora íbamos a mimarlo. Ambas atacamos de cada lado para ir directo hacia ese sabroso e hinchado falo. Le di la primera lamida al glande, su mujer se encargó de dar lamidas en la zona de sus testículos y yo con una mano masturbé su miembro al mismo tiempo que lamía la punta con dedicación. No animé a tragarme el semen por lo que deje que su mujer hiciera el trabajo que yo había estado haciendo, yo por el contrario hice el de ella. Le hicimos acabar y lo hizo sobre nosotras. Pude sentir el caliente semen de aquel excitante y sexy hombre.

Finalmente me retiré, me di una ducha para apaciguar la caliente noche y me sumergí en mis húmedos y calientes sueños para al otro día encarar un nuevo día.


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