Solo se que sufro, y es el resumen de todas ellas. Sin piedad alguna me sacrifican a sus beneficios, simples vanidades de su incierto destino, el mío ya lo conozco, la mas cruda de las soledades. Y aún así la esperanza me juega malas pasadas, a cada cual peor. Tan solo puedo salvarla al encender mis pequeños conos de incienso que consiguen transportarme a otro presente.
Y esa es mi desdicha diaria, así empieza y acaba, y no cambia. Tan solo un día a la semana consigo reunir las suficientes fuerzas para abandonar mi soledad y adentrarme en una sociedad de veinte metros cuadrados en la que te ofrecen un buen chocolate caliente. Pero hoy es diferente, hoy me he quedado en la puerta. Sin darme cuenta pasaban los minutos y no podía moverme, hipnotizado por su armonía. Me dije a mi mismo que era ella o ninguna, aquella que tanto había esperado y por la cual tantas había descartado estaba allí delante, inocente.
Ella se percató de mi atrevida mirada y me contestó de similar manera, no hubo mas remedio que acercarme. Como la mas bella canción me pregunto si nos conocíamos de algo, y tan siquiera pensé en la respuesta, creo que si, de mis sueños.
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