El deseo III

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TEMBLOR. Nos vio venir y se adelantó hasta el vestuario. Cuando llegamos ya lo había abierto. Pasen. ¿Seguro no jodemos? Para nada, che. Si yo también me tengo que duchar. Le dijo a ella, ocupá la ducha del medio que sale mejor el agua. A mí, vos la que quieras, voy a buscar mis cosas y vengo. Salió. Ella me dijo, no tardes. Se metió en el vestuario de damas y escuché la ducha. Yo entré al de caballeros, me senté en el banco, saqué mi toalla y mis cosas de tocador y escuché que él estaba de vuelta. Bueno ¿qué tal la pasaron? Bárbaro, de diez. Él se demoraba acomodando sus cosas. Yo me di cuenta que también me demoraba doblando y desdoblando las mías. Pensé, pierdo el tiempo porque él no se saca la malla y yo no me muevo hasta que se la saque porque lo quiero ver. Ay, no. Pero sí. Lo quiero ver desnudo, pensé. Sentí vergüenza, pero seguía ahí, disimulando para no levantarme hasta que él se sacara la malla. Y lo hizo. Dándome la espalda. Y de esa manera salió caminando hacia las duchas. Tenía una buena espalda y un culo potente, de glúteos grandes y firmes. Pero yo quería ver cómo la tenía. Me desnudé rápidamente y entre la vergüenza por mis pensamientos y la acción del agua en la piel vi mi pija super chiquita y arrugada. La tapé con la toalla por si él se daba vuelta. ¿Qué estoy haciendo? Y estaba haciendo eso, probándome a mí mismo. Experimentando. Sintiendo cosas que nunca había sentido. Pasé delante de la ducha que él ocupaba y otra vez lo vi de espaldas. Colgué mi toalla y me metí en la ducha de al lado. Estaba bajo el chorro cuando lo escucho, ey ¿sale bien? Giro la cabeza y veo la suya mirándome sonriente. Si, le digo, sale bien. Él vuelve a lo suyo. Estoy tentado de hacer lo mismo y asomarme a su ducha. No me animo. Cuando siento que cierra el agua cierro la mía e inmediatamente salgo descolgando la toalla. ¿Ya estás? Pregunta saliendo de la ducha. Se está secando la cabeza y el largo de la toalla le llega al vientre. Lo miro temblando, fugaz. Así en reposo y a vuelo de pájaro como alcanzo a verla, es gruesa. Muy. Y corta. Se pone la toalla a la cintura, yo lo imito. Me arrepiento de no haberla mirado un poco más. A lo mejor mientras nos vestimos tengo otra oportunidad. Nos sentamos a un par de metros uno del otro. Él tiene la toalla amontonada sobre lo que quiero ver. Desde ahí se seca las piernas, los pies. Se para de repente, la toalla se despliega hacia abajo, la levanta como una capa y la deja sobre sus hombros. De ahí para abajo queda completamente descubierto. Parado en pelotas delante de mí. Ahora sí la veo bien. Es de verdad muy gruesa y corta, y así, en reposo, parece descansar sobre los huevos que bailan de acá para allá. No como los míos que son de bolsa corta y quedan pegados, sin movimiento.

Martín termina de secarse dándome la espalda. Ya no me fijo, ya vi lo que quería. Lo que hago es evitar mostrar la mía, me da como vergüencita aunque no creo que él se fije en eso. Ahora yo le doy la espalda a él para vestirme. Che qué cola tenés, no vayas a caer preso… Se ríe. No voy a hablar de mi cola, solo voy a decir que merece su comentario y que cuando lo escuché me turbó. Mucho no me gustó. Pero hice como si no lo hubiera escuchado. Terminamos de vestirnos y salimos. Ella nos esperaba. Estaba muy linda, la piel tostada, el pelo húmedo, su cuerpo envuelto en un pareo. Caminamos los tres hasta el estacionamiento. Chau bonito, gracias por todo. Chau Martín, gracias. No, che, vengan cuando quieran. Nos vemos. El subió a su moto, nosotros al auto. Qué día ¿eh? Todavía hay sol. Maravilloso. Qué atención el pendejo, dijo ella. ¿Martín? ¿Qué otro pendejo hay? No es tan pendejo. Para vos que tenés treinta, no, pero para mí que ya tengo treinta y ocho, es un pendejo. El nene, dije con sorna. Nene no, pendejo. Los nenes no andan por la vida cogiéndose todo lo que se les cruza. Él es un pendejo fifón. Me reí. ¿Y eso? Pendejo fifón, son los que cuando empiezan a coger se creen que en la vida no hay otra cosa. Fifan y fifan y fifan. ¿Y por qué lo decís así? Así, cómo. Con ese enojo. No, enojo no. Simplemente me desagrada. Con nosotros no se mete, y hoy estuvo muy amable. Sí, igual no me cae.


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