Era Lunes, mi primer día de facultad.
Siempre había soñado con este día, que cruzaría los pasillos y me chocaría de casualidad con cualquier chico, a cualquier hora, se me caerían los libros y me casaría con él. Pero no. No fue así, fue mejor.
Yo estaba muy nerviosa, no sabía lo que me podía encontrar, no sabía cómo iban a ser mis compañeros. Yo estaba acostumbrada a la soledad, dos amigas verdaderas y poco más. Jamás pensé que mi vida cambiaría en el momento que entrase en esa clase.
Al ser el primer día nadie se conocía, y todo el mundo estaba sólo, así que me senté en la penúltima fila en la esquina, y una chica se acercó: Teresa.
Teresa era pelirroja, ojos verdes, orejas de duende, y un piercing en la nariz, la verdad es que a simple vista era una chica muy sexy.
Se presentó y parecía maja. Me contó que tenía la misma edad que yo, 23, y que estaba nerviosa como yo. Sí, congeniamos bastante bien.
Trece minutos exactos, entró un hombre, de unos 30 años, alto, moreno, ojos azules, cuerpo atlético... Y yo pensaba que Teresa era sexy... Este chico era un verdadero Dios, y a su vez, el profesor de Matemáticas. Jamás había visto a alguien así. Dio la presentación pero como si nada, no podía quitar mi mirada de esos ojos azules, intensos....Yo estaba realmente húmeda y me ruborizada sin querer, o queriendo, quién sabe, hasta que a lo lejos (o eso me pareció a mí) escuché: Perdona, la rubia de las gafas, ¿Cuál es tu nombre?
Al parecer todos los compañeros se habían presentado y era mi turno, así que dije tímidamente: A...Ana. Me sonrió.
Teresa se dio cuenta de la situación en la que me encontraba, y se empezó a reír en voz baja mientras yo le pisaba su pie derecho por debajo de la mesa.
Al poco tiempo (el tiempo se me pasó volando, y fueron 2h), la clase terminó.
Me fui con Teresa, una chica, Susana, y otro chico, Juan. Estos dos últimos estaban sentados justo enfrente nuestra, en la clase, y se unieron al 'grupo'.
Pasaron 4 horas más, con las clases de Psicología Evolutiva y Física, y finalmente nos fuimos a comer para conocernos un poco mejor.
Teresa vivía en un pueblo, y tenía que despertarse 4 horas antes de que empezaran las clases porque no le daba tiempo a llegar puntual si lo hacía más tarde. Susana y Juan vivían en la ciudad, y eran vecinos. Tenía la sensación de que Juan estaba locamente enamorado de Susana, intuición femenina. Ambos tenían 19 años.
Nos fuimos a una bocatería, la más cercana a la facultad, y estaba repleta de gente, así que esperamos. Yo me pedí tortilla con alioli, amaba el alioli, siempre he pensando que todas las comidas tendrían que llevar alioli.
Nos sentamos fuera, hacía mucha calor, y creo que yo era la que más calor tenía, ya que no podía quitar de la mente a ese maldito Dios.
Estuvimos hablando un poco de la facultad, que nos pondríamos juntos para hacer los trabajos, que nos gustaría salir a beber cervezas... Esos chicos parecían muy de mi estilo, y eso me gustaba.
Fui a pedirme otro refresco, estaba totalmente sedienta, y en la cola sentí un leve aliento sobre mi nuca que me dijo: Hola Ana. Era él.
El camarero de la bocatería me decía: ¿Chica? ¿Perdona? ¿Qué te pongo?
No podía quitar la mirada de mi profesor de matemáticas, David.
Volví a la realidad y le dije al chico, que quería una coca cola, y escuché como David se reía tímidamente... Mi actitud fue vergonzosa.
Salí de ahí medio-corriendo, y escuché a David que me gritó: Ana, te olvidas tu coca cola
¿He dicho que mi actitud fue vergonzosa? Me acerqué a David, que agarraba mi lata, y empezó a jugar un poco con ella, hasta que por fin la conseguí, y sin decirle nada, me fui a mi sitio riendo.
El resto tiempo pasó volando, ya que yo no prestaba atención a nada de lo que decían mis nuevos amigos, yo sólo pensaba en David... Qué cachonda me ponía ese hombre.
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