Misión Athena: Cap 8. La nave

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El doctor Samuel Smith no era de esos que tuviera opciones de ganar un concurso de popularidad. Era un tipo inteligente y bastante soberbio, de los que siempre hacen todo lo posible para que su interlocutor, fuera quien fuese, entendiese que no estaba a la altura de su nivel intelectual.

Sus empleados no le profesaban un cariño especial, pero lo respetaban por el trabajo que había sido capaz de desarrollar en Athena. Después de una década, los progresos empezaban a ser notables y la renovación de la misión, por otros diez años, era una excelente noticia para todos los que estaban en la nave. Aunque algunos, como Veronica Lars, habían tenido que asumir un importante recorte en los fondos que recibían para sus investigaciones.

Smith no era sólo un notable científico, si no que se había revelado también como un excelente gestor.

Contra todo pronóstico, el antipático doctor no sólo había sido capaz de organizar y estructurar todo el trabajo científico de la misión, si no que había sido muy hábil a la hora de dirigir la vida de la nave. E incluso sus detractores admitían que esto no era sencillo cuando una aeronave cuenta en su tripulación con aproximadamente un millar de individuos.

La organización de la nave se había dividido en tres departamentos científicos, coincidentes con las líneas de investigación principales. La primera línea correspondía con el estudio del ecosistema Alien. Estaba dirigida por el doctor Ray Froome. Smith consideraba que el trabajo de Froome era excelente, pero no se llevaba bien con él. Era consciente de que ambos tenían un ego muy grande como para estar en una misma misión y que, tarde o temprano, Froome dejaría su puesto.

 La segunda línea de investigación se centraba en el análisis bioquímico y patológico de los especímenes. Era sin duda el trabajo que más interesaba al doctor Smith y estaba siendo ejecutado de manera impecable por la brillante doctora Veronica Lars.

Aunque los resultados obtenidos y las líneas emprendidas eran especialmente prometedoras,  este era el departamento que más recursos económicos precisaba y, en cambio, era el que más tardaba en dar resultados concretos. Y Samuel Smith sabía que, si en algo se había basado la renovación de la misión, había sido en el hecho de que había conseguido resultados muy concretos que habían satisfecho a los patronos. Por eso, y por mucho que lo sintiera, estaba decidido a detraer recursos de esta línea en beneficio de las otras dos en marcha.

Por último, al frente de la tercera línea de investigación se encontraba el asombroso ingeniero Gordon Gunther que tenía una impresionante capacidad para transformar resultados de investigación en mecanismos para neutralizar a los xenomorfos. Samuel Smith no lo consideraba un científico propiamente dicho, pero no podía negar que sus resultados eran los que hasta ahora habían sido más apreciados por los financiadores de la misión. En especial sus primeros prototipos estaban diseñados para incapacitar e inmovilizar xenomorfos y habían tenido una gran acogida en la Federación de Naciones Unidas.

Ahora, con lo que habían detraído del departamento de la doctora Lars, tendría el dinero suficiente para que esos diseños se convirtieran en una realidad.

Por último, Athena contaba con dos departamentos adicionales, que estaban encargados uno de la administración y finanzas y el otro de la organización de la vida en el interior de la nave.

El personal se dividía en varias escalas, con una estructura piramidal.

En la cúspide se encontraba el propio doctor Smith que tenía la última capacidad de decisión sobre todas las actividades y decisiones que hubiera que tomar en la areonave.

En el siguiente nivel inferior se encontraban los jefes de cada uno de los departamentos. Éstos, conjuntamente con el Dr. Smith, componían el Consejo de la Nave que era el órgano colegiado donde se consensuaban las principales decisiones. Aunque la voluntad de Smith había de ser cumplida, generalmente éste primero buscaba el consenso mayoritario del Consejo.

En un nivel intermedio, se encontraban los técnicos cualificados de los distintos departamentos y, más abajo, los empleados de la nave o los investigadores que desarrollaban estancias de investigación.

Estos últimos eran generalmente jóvenes científicos que habían decidido pasar un mínimo de tres años en Athena desarrollando su propio programa científico. Su trabajo estaba supervisado por los científicos responsables de los diferentes grupos de trabajo y, en última estancia, al jefe de la línea de investigación. Para los jóvenes poder hacer estas estancias en un centro del nivel tecnológico del Athena, suponía un trampolín excelente para el desarrollo de su futura carrera como investigadores.

Todo el personal de la nave podía elegir mediante elección directa a sus representantes en el comité de empresa. Éste era el responsable de transmitir las principales reivindicaciones al Consejo y negociar su puesta en marcha.

Samuel Smith sabía que las elecciones ejercían un efecto calmante para la tripulación y servían para canalizar el descontento que pudiera surgir entre ellos. En una misión como la Athena, que se desarrollaba en el espacio con un alto nivel de exigencia, que los tripulantes vieran que sus voces eran defendidas por sus representantes no era un tema que Samuel Smith considerara menor.

Para favorecer aún más el ambiente, se habían tomado diversas medidas para fomentar el esparcimiento del personal.

Cada tres meses se podía disfrutar de siete días de asueto en LV-200. Samuel Smith sabía que la gente necesita desconectar cada cierto tiempo. Pero la misión estaba por encima de todo, por lo que, para evitar que este sistema de vacaciones supusiera algún problema en la ejecución de los trabajos, se había establecido un riguroso sistema de turnos.

A sugerencia del comité de empresa, se había diseñado un mercado virtual en el que aquellos que no pudieran ejercitar sus permisos, bien por motivos de trabajo, bien porque no tenían interés en bajar a LV-200, podían vender o intercambiar sus vacaciones al mejor postor a otros. La implantación de este sistema había sido recibida con gran alegría por los miembros de la tripulación del Athena.

También se ponía especial énfasis en que la gente se sintiera debidamente retribuida. El departamento de finanzas se encargaba que las nóminas de todo el personal llegaran puntualmente. Y se pagaba muy bien. Weyland-Yutani dotaba de recursos muy generosos a la expedición y todos recibían un sustancioso pago extra por peligrosidad, debido al riesgo asociado a la investigación de una especie tan singular como la de los xenoformos.

Samuel estaba satisfecho con cómo funcionaba el aspecto organizativo de la nave. Todo se había diseñado para que todos los trabajadores de Athena estuvieran lo más a gusto posible y no cayeran en la cuenta de que, al fin y al cabo, la misión estaba sometida a una rígida estructura de mando, similar a la que existía en las misiones militares en las que era un general el que tenía la última capacidad de decisión.

Samuel Smith consideraba que Athena era su nave. Y en ella se cumplían sus órdenes.

Aquel día, Samuel Smith tenía claro cuál era el siguiente paso importante que debía dar la misión. Y estaba completamente decidido a imponer su criterio sobre el del Consejo, en especial frente a la opinión del doctor Froome.

Por difícil que eso fuera.


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