Hola, me llamo Claus y voy a intentar refless... Refleeesshioonar... ¡Sí!, refleshionar. Bueno, pues soy una rata y me gusta el queso un montón. Soy parecido a una musaraña, no, no sé que es eso, espera, quiero decir, que soy una puñetera rata, vamos (Claus se rie y actua con nerviosismo). ¿Cómo? ¿Que si es una putada? ¡Pues claro, coño! Las ratas no tenemos éxito buscando trabajo y nos tenemos que conformar con queso del mes pasado y un agujero lleno de porquería como hogar. ¿A que a ti no te gustaría comer alimentos perecederos pasados de fecha? ¡Cómo odio el jodido queso! Yo quiero una casa luminosa y blanca con jardín o al lado de la playa. Sí, ya sé que no soporto el agua y que los jardines se llenarán de gatos sin modales, pero, ¡qué diablos me importa! ¿Acaso no tiene una rata derecho al sueño americano o, al menos, a un sueño propio, a uno de rata?
...
¡Oh, joooder! Quiero algo de queso, necesito queso, ¿no tienes queso? ¡Vamos, dame algo de queso! ¿Seguro que no tienes? En los bolsillos tendrás, digo yo. ¿No? No. Ya, ya, ya... Ya veo... No hay queso... Está bien, si no hay queso, no hay queso... ¡¡¡DAME ESE MALDITO TROZO DE QUESO!!! (Claus se lanza desde la mesa contra el hombre que anuncia por televisión algo de la teletienda y se estampa contar el cristal con un golpe seco) ¡Uf! Vaya golpe. Pero lo sé. Sé que tienes queso. Lo sé, y te estaré vigilando, aquí, en este lugar, en este momento, donde no hay queso... Pero yo lo sé, amigo; tienes queso, lo llevas en la mirada, te tengo fi-cha-do (Claus encoge su cuerpo grisáceo y se encierra en su creencia a espera de poder ser ratificada).
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