Mision Athena. Cap 9. En busca de pruebas (2)

El forense levantó ligeramente el cuerpo del finado y señaló la parte izquierda del cuello. Allen ya se había fijado en esa zona cuando hallaron el cuerpo.

-Nuestro asesino puso especial hincapié en esta zona, comisario.- anunció Louis con aire de triunfo -Creo que quería deshacerse de algo. Posiblemente una marca identificativa o un tatuaje, no estoy seguro. Pero el daño es extensivo, no creo que pueda averiguar de qué se trata.

-Vamos, Louis. Tú no eres un cualquiera. Hablemos en serio: ¿Se puede hacer algo?

El forense sonrió. Agradecía que le adularan. Además, tenía razón, él era bueno, no un profesional del tres al cuarto. Y le gustaban los retos.

- Supongo que sí, comisario. Supongo que sí... En el caso de que existan esas marcas, si están profundamente insertadas en la piel, quizás consiga alguna cosa. Pero me va a llevar tiempo. Puede que mucho. Por lo extensivo de la corrosión no creo que pueda darte nada antes de tres semanas.

Allen no pudo contener un silbido de desaprobación. El forense se encogió de hombros, indicando que eso era lo máximo que podía hacer. Desgraciadamente, era mucho tiempo. El suficiente como para que un asesino pudiera huir de LV-200 sin que nadie le molestase.

De momento, Allen sabía que la vía forense no podía aportar mucho a la investigación. Habría que probar otra cosa.

-Doctor, ¿quién es el muerto?

Louis tecleó en una pantalla y le enseñó una ficha con todos los datos.

-Trabajador Michael C. Ray. Había llegado a nuestro querido trozo de roca hace doce meses. Procedente del asteroide LV-890. Sí comisario, venía de bastante lejos. Estaba empleado en los muelles de carga. Por desgracia, en nuestros registros no aparece ningún dato sobre su familia. No tiene ningún antecedente penal. Lo único de lo que disponemos es de una dirección de un domicilio cerca de esos muelles.

Allen escuchó con atención. Ya había trabajo que hacer y pistas que perseguir. Era el momento de ponerse manos a la obra.

Antes de abandonar la sala de autopsias, Allen formuló su última pregunta:

-No lo mataron en la gruta, ¿verdad Louis?

-No, es evidente que no, John. La espalda cuenta con algunas abrasiones que no se pueden imputar al ácido. Quienquiera que hizo esto, lo hizo en un sitio que no puedo determinar y lo llevó a la cueva. Seguramente esperaba que nadie lo descubriera hasta que hubiera desaparecido por completo.

Lo más probable era que el asesinato se hubiese cometido en una de las minas o en la propia ciudad. Dado que el muerto trabajaba en el muelle era posible que la segunda opción fuera cierta.

El comisario era consciente de que, aunque la ciudad solo contaba con cuatro entradas principales y estaba rodeada por el plástico, existían numerosos agujeros en el mismo. Y que estos eran a menudo utilizados por los contrabandistas. La policía intentaba tenerlos controlados y evitar cualquier brecha, pero no tenían recursos suficientes.

Allen no se hacía grandes ilusiones, en realidad, de que hubieran visto algo: cualquiera con una mínima habilidad podía escabullirse de la ciudad con un vehículo de exploración sin ser visto. Y en un cacharro como ese, había espacio suficiente como para transportar un cadáver.

Apuró la taza de café y mordisqueó brevemente los posos de café. Se deleitó con el amargor de su sabor. Un buen estímulo para su cerebro.

Hasta ahora, todo parecía apuntar a que perseguían a un profesional que había tenido acceso a materiales de alta tecnología y que, por algún motivo que aún no conocía, había decido matar a un operario de los muelles y llevarse el cuerpo a un lugar donde probablemente pensaba que no lo encontrarían nunca.

El comisario estaba intrigado. Intuía que Michael C. Ray tenía acceso a algo, posiblemente relacionado con su trabajo, que el asesino quería.

Y ese algo había causado su muerte.

(Agradecemos muchos los comentarios, incluso los más críticos.

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