La Rabia - El Ingreso

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Allí estaba delante de una casa inmensa, grande, más que grande, parecía un palacete de principio del siglo pasado; eso sí, tosco, de ladrillo visto desde aproximadamente dos metros del suelo hasta las tejas que había en la cubierta. El ladrillo era de un rojo casi marrón. El resto hasta el piso, de piedra granítica. La puerta, la puerta era espléndida, de madera beige oscuro con grandes tachones negros, incrustados en sitios estratégicos que embellecían, más si cabe, al portón señorial, muy señorial. Y ventanas, todas iguales de las mismas medidas y distancia entre sí, realmente una magnifica fachada.

Bien Edu, -se dijo para si- estás ante la puerta de entrada de tu posible nueva vida. Y entró con su padre y Berta, y fueron recibidos con cordialidad, y después de recibir instrucciones pasaron a sus habitaciones que curiosamente ya estaban preparadas.

Miraba el techo tumbado desde la cama y comenzó a recordar el viaje que había sido largo, pero a su vez muy interesante e ilustrativo. Habían salido muy temprano y se quedó dormido al poco de comenzar el trayecto. No sabía el tiempo que había pasado cuando le despertaron las risitas quedas de Berta. El sol ya había salido, pero no quería despertarse y comenzó un duermevela apacible y relajante que no le impedía enterarse de lo que estaba pasando a su alrededor.

-¡Quieres dejar de manosearme las piernas que vamos a terminar en la cuneta! – Le decía Berta, a su padre mientras le apartaba la mano de entre los muslos.

- Cariño estás muy sexy con esa faldita que te has puesto para el viaje, con que te muevas un poco se te ven esas braguitas tan transparentes y como uno no es de piedra pues…

- ¡No me digas que estas cachondo!

- Hasta la coronilla.

- Sssssss… Pues sal de la carretera por algún camino de los que hay entre los pinos, pero despacio que Edu, está dormido.

Les oyó salir tratando de no hacer ruido, les dejó alejarse a una distancia prudencial y naturalmente les siguió. Entre rocas y árboles, era invisible, les tenía a cinco metros, les oía hablar, les veía actuar, lo que le produjo una enorme excitación, sobre todo lo que le susurraba a su padre: “Ven cariño, quiero que – siseos -despacio muy despacio.” Se marchó cuando empezaron los gemidos, a que esperar, ya sabía el final.

- ¡Vamos dormilón! Tienes que prepararte para la cena de bienvenida – Le decía Berta, mientras empujaba la puerta de la habitación – Si quieres te ayudo a preparar la ropa mientras te duchas.

- Así, que una cena de recibimiento.

- No hemos venido nosotros solos, hay más aspirantes, que yo sepa, por lo menos ocho, tres chicas y cinco chicos.

- ¡Sabeees Berta! – Le gritó desde la ducha- .

- ¿Qué?

- ¡Os vi!

- ¿Qué viste?

- Vuestro paseo por el bosque. – Silencio – No me quedé hasta el final pero ya me imagino.

- Creo que puedes vestirte sólo – Y salió de la habitación –

La mesa la compartían con dos familias más, dos chicas aspirantes, que a Edu, le resultaron interesantes y muy divertidas, además de sus familias, según iba evolucionando la cena el ambiente era más relajado y confiado. A cada uno de los candidatos las otras personas le hacían un tercer grado, lo que no impedía que las respuestas fueran el regocijo general, sobre todo de una de las chicas. Al final de la cena, se pasaron instrucciones para las entrevistas del día siguiente, así como la presentación de La Señora, alma mater de La Comunidad. La sobremesa se amenizaba con música de baile y las mismas conversaciones ya que no era raro que ciertos miembros de las distintas familias se conocieran entre sí. Edu, quiso sacar a bailar a Berta, pero fue rechazado de mala forma.

- Yo no lo hubiera hecho.

- Bueno está enfadada conmigo – dijo Edu, girándose para ver quien estaba a su espalda.

- Ni aun así, las oportunidades no hay que perderlas. Con lo bueno que estás yo lo que hago es comerte entero.

- ¡Joder Nemesia, no te cortas nada! ¡Se va a asustar! ¡Y qué imagen damos! – Le dijo la segunda chica.

- Neme por favor Neeeme, que si encima de fea caracaballo me llamas por mi nombre completo, estoy apañada.

- Jajajajajaja ¿Pero quienes sois vosotras? Jajajajajaja.

El día siguiente entre reuniones, entrevistas y visitas no paró hasta la cena. Esta vez consiguió sentarse con las chicas y sin familias.

- Hola tío bueno, has mejorado desde ayer.

- ¡Ya estamos Neme, que le vas a asustar! Por cierto yo me llamo Cata, de Catalina, como veras somos un cuadro, pero no te inquietes que aunque mayores que tú, terminaras por “adorarnos” Jajaja.

- Os estaba buscando, me he pasado el día de un lado a otro.

- ¡Ves, no conoces a los hombres! Si va a ser nuestro niño – dijo Neme, acariciándole la pierna por debajo de la mesa – Por cierto esa señora que nos mira tanto ¿Quién es? ¿La que te la ha estado disfrutando hasta ahora? Hoy “caprichito” la vamos a poner de los nervios – Y subió la mano apretando con fuerza – ¡Huyyyy madre como te quiero!

Sudaba y se movía sin parar, todo era intentar cogerla de la nuca y bajarle la cabeza, pero nunca llegaba, se escurría entre sus manos, su boca estaba preparada, al fin tiro del pelo, ya la tenía, era suya, iba a cumplir su deseo, empujó para abajo y…

- Despierta Edu, despierta – los golpes en la puerta le despertaron, estaba soñando.

- Si ¿Quién es?

- Tu padre, vamos nos llama La Señora, tienes quince minutos.

“Hay Berta, hasta ensueños te me escapas, quizás se hora de tratar de olvidarte” – Y salió corriendo de la habitación.

La noticia era la admisión de cinco de los aspirantes, entre ellos Edu, las tres chicas y un chico más.

“Que bien, creo que esto será bueno para mí, algo nuevo”- y se metió en la ducha, estaba cansado e incómodo.

- Hola, que quieres, sigues sin llamar – dijo sonriendo – ahora ya no seré un problema.

- Nunca lo has sido, solo el hijo de mi pareja – cogió la toalla y comenzó a secarle por todo el cuerpo, lo hacía despacio y con especial lentitud al llegar a los glúteos donde metía bien los dedos entre ellos. Le secaba el falo bajando y subiendo la piel para poder besarle la sonrosada punta.

- Nunca lo has sido – repetía con seductora insistencia, le empujó a la cama y se subió encima, se apartó la braga y con la otra mano se levantó el vestido metiéndose poco a poco la excitación del chico. Tras unos breves movimientos Edu, se fundió dentro de ella.

- Ves, siempre serás mío, ni todas las niñatas del mundo, serás siempre mío, disfruta de las que te rodean pero siempre serás para mí – se limpió con la tolla y se fue.

Al día siguiente al despedirse, Berta desde el coche le tiró un beso - Mío siempre mío, leyó en sus labios.

Leer La Rabia – La Confesión II y III parte. (Si puedes toda La Rabia)

Continuará…


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