Pueblo maldito

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-Tome asiento señor. Disculpe, no conozco su nombre. Usted no es de por aquí, ¿verdad? - el inspector Wolver hizo un ademán invitándole a sentarse mientras decía estas palabras. -Sí, en efecto, me mudé a Racoon Hill hace cosa de medio año. - El forastero parecía muy nervioso, no mantenía la mirada fija en ninguna parte, escudriñaba cada estantería, cada objeto del despacho.  -Y bien, ¿en qué puedo ayudarle? Señor - Wolver remarcó la última palabra, pues seguía sin conocer el nombre de su interlocutor. Realmente aquel hombre le resultaba molesto.  -Bueno, usted quizá no lo haya notado - titubeada al pronunciar cada palabra, aunque se obligaba a continuar su discurso- sé que suena descabellado, pero me atrevería a asegurar que el pueblo esta maldito.   Tras terminar la frase, ambos hombres permanecieron en silencio durante un largo rato. Quizá se tratase de una partida muda, en la que cada jugador intentase penetrar en la mente del otro, tratando de adivinar sus pensamientos. El resultado de la partida parecía incierto. Fue, sin embargo, el inspector quien terminó por romper el silencio.   -Así que maldito. No quisiera faltarle al respecto Señor, pero ¿sabe usted lo que está diciendo? - Ahora era el inspector quien se mostraba nervioso, nunca había oído nada igual. No sabía como reaccionar ante tan insólita afirmación. ¿De dónde demonios había salido aquel hombre? -Mire.... - dejó transcurrir un par de segundos antes de continuar la frase - no sé que es lo que pretende, pero aquí resolvemos crímenes, no ... -Lo comprendo, lo comprendo - le interrumpió antes de que pudiera terminar aquella frase, que no llevaría a otro lugar más que al descrédito del singular ciudadano. - Sé que es difícil de concebir lo que le estoy planteando. Pero no creo que pueda apartar esa terrible sensación. ¿Cree usted en los hombre lobo? Esta noche hay luna llena. Llámeme lunático si lo desea, pero estoy seguro de que en este pueblo hoy sucederá alto terrible.    La paciencia del inspector Wolver se había acabado hacía ya unos minutos. Ahora tan solo podía centrarse en como apartar a ese sujeto de su vista. Tal vez debiera llamar al sanatorio Sinclair.   -En definitiva, he venido para que me encierre en una de sus celdas. - Terminó por decir el desconocido. Aquel abrupto final en su discurso dejó tan sorprendido como divertido a Wolver. Su cara cambio de repente al escuchar la proposición. No tardó en levantarse para llamar con la mano a uno de sus agentes. -Acomode a este caballero a una de las celdas agente Robertson, esta noche se hospedara en nuestras instalaciones. - Dijo esto con un tono de sorna, no exento de satisfacción por librarse al fin de este excéntrico individuo.   La mañana siguiente el pueblo se despertó sobresaltado por la noticia de un terrible suceso. El cadáver de una mujer había sido encontrado en Silver Avenue. La víctima mostraba grandes signos de brutalidad y había sido parcialmente devorada por algún tipo de animal todavía sin identificar.   A las ocho de la mañana se abrió la puerta de la celda y el quiromántico abandonó la comisaria con paso lento pero decidido, dedicándole una maliciosa sonrisa al inspector Wolver. Convencido de que nadie le había visto abandonar la celda la noche anterior, convertido en niebla, para perpetrar aquel brutal asesinato.

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